lunes, 1 de febrero de 2021

 

REFLEJO DE MUJER 

FEBRERO de 2021

N° 50 AÑO V

Texto: Alicia Grela Vázquez

Imagen: Elsa Sposaro


María de Molina


María de Molina: la triple reina total

María Alfonso de Meneses, nació en Valladolid, en el año 1264. Fue hija del infante Alfonso de Molina y de su tercera esposa, Mayor Alfonso de Meneses. Fue conocida como María de Molina, señora de Molina, y  reinó como  consorte por su matrimonio con Sancho IV, sobre  Castilla en el convulsionado período comprendido entre los años 1284 y 1295. 

María de Molina contrajo matrimonio en 1282 en la Catedral de Toledo con su sobrino el infante Sancho. Los comienzos con él infante fueron conflictivos, pues no contaban con la dispensa pontificia, motivo, porque existían lazos de consanguinidad en tercer grado entre los contrayentes. Además él tenía esponsales previos no consumados, con Guillerma de Montcada

El matrimonio fue considerado nulo al principio y, por lo tanto, los hijos fueron considerados ilegítimos. Por todo ello, se sostuvo que habían cometido incestas nuptias, excessus enormitas y publica infamia y ambos esposos fueron excomulgados por el Papa. En 1283 nació la infanta Isabel de Castilla, su hija primogénita, en Toro. Además, el matrimonio no fue del agrado de Alfonso X, el sabio.

Fruto del matrimonio de la reina María de Molina con Sancho IV de Castilla fueron sus siete hijos: Isabel de Castilla, Fernando IV de Castilla, Alfonso de Castilla, Enrique de Castilla, Pedro de Castilla, Felipe de Castilla, Beatriz de Castilla.

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Alfonso X estaba enemistado con su hijo el infante Sancho desde 1275, cuando murió su hijo y heredero, Fernando de la Cerda, y el infante Sancho pretendió proclamarse heredero del trono, soslayando los derechos de los infantes de la Cerda, hijos del difunto infante y herederos del trono. Además de la rebelión del infante Sancho contra su padre el rey, la ejecución del infante Fadrique de Castilla en 1277, ordenada por su propio hermano. 

En abril de 1284 el infante Sancho y su esposa recibieron en Ávila la noticia de que había fallecido en la ciudad de Sevilla Alfonso X, y la de que en su testamento, el difunto rey desheredaba a su hijo Sancho en favor de su nieto, Alfonso de la Cerda. Terminados los funerales, Sancho IV y María de Molinacambiaron los ropajes de duelo por brillantes paños de oro reales. El infante fue proclamado soberano de Castilla. También logró hacer reconocer a María de Molina, como reina, y a su hija, Isabel de Castilla, heredera del trono.

Posteriormente los reyes se dirigieron a la ciudad de Toledo para la coronación en la Catedral. Entraron en la ciudad y fueron coronados monarcas de los reinos de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén y del Algarve. En Sevilla permanecía la mayor parte de los leales a Alfonso X, entre ellos el infante Juan de Castilla el de Tarifa, hermano de Sancho IV.

Alfonso X le había legado en su testamento al infante Juan de Castilla el de Tarifa, los reinos de Badajoz y Sevilla, (de los que no llegó a tomar posesión). Sancho IV se mostró inquieto ante el apoyo que Juan Núñez de Lara, prestaba a Alfonso de la Cerda, por lo que se propuso capturarlo. La dificultad estribaba en que el señor de la Casa de Lara se hallaba respaldado por el rey de Francia, que apoyaba a sus sobrinos, los infantes de la Cerda.


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Escudo de Armas de María Molina


Por su parte, la reina María de Molina deseaba conseguir la dispensa pontificia que legitimase su matrimonio y a sus  hijos, algo que el pontífice Nicolás IV no le concedió. En 1284 se inició una guerra entre Francia y Aragón, pero Castilla no se involucró, ya que se encontraba en lucha contra los musulmanes del sur de la península. En 1285 la situación cambió, porque fallecieron Pedro III de Aragón, el Papa Martín IV, y el rey Felipe III de Francia. 

A finales de este mismo año había nacido en Sevilla el infante Fernando, que reinaría en Castilla y León con el nombre de Fernando IV de Castilla. Aprovechando el ascenso de Felipe IV al trono de Francia, Sancho IV envió a la corte francesa a Gómez García, su privado, para solicitar al nuevo monarca francés que intercediese por él ante el nuevo Papa, para conseguir la dispensa que legitimase su matrimonio con la reina María de Molina

Sin embargo, el propósito de Felipe IV era que repudiase a María de Molina y se casase con una hermana suya. Al tener conocimiento de ello, Sancho IV remplazó a su privado por Lope Díaz III de Haro, señor de Vizcaya. Las relaciones entre éste y la reina no fueron cordiales y ella estuvo presente en la villa de Alfaro, en 1288 cuando su esposo dio muerte a su privado.

Al mismo tiempo, la reina le salvó la vida al infante Juan de Castilla el de Tarifa, hermano de Sancho IV, quien había intentado proteger a Lope Díaz III de Haro: Desde que la Reina, que estaba en su cámara supo el hecho en cómo había pasado, pugnó cuanto pudo en guardar al Infante D. Juan que no tomase muerte, y si no fuera por esto, luego lo matara el Rey de buena miente, y le apresó el Rey esa noche, y le metió en unos hierros.


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         Catedral de Toledo 

                                     

El infante Juan fue apresado y encerrado en el castillo de Burgos. Ese mismo año la reina dio a luz al infante Enrique de Castilla, que falleció en la infancia. Al año siguiente nació el infante Pedro de Castilla, su quinto hijo. En 1291, mediante la firma del tratado de MonteagudoJaime II de Aragón, se comprometió a desposarse con la infanta Isabel, hija de la reina, cuando tuviese la edad requerida para ello.


 Al año siguiente, en 1292, Sancho IV conquistó la plaza de Tarifa, después de un prolongado asedio, y la reina dio a luz al infante Felipe de Castilla. En 1293 María de Molina heredó, debido a la defunción de su hermanastra, Blanca Alfonso de Molina, el señorío de Molina, cuya posesión le fue confirmada por su esposo, el rey, quien le cedió el señorío por juro de heredad, mientras durase su vida. Ese mismo año nació su séptima hija, Beatriz de Castilla.

El día 25 de abril de 1295 falleció el rey Sancho IV, dejando como heredero al infante Fernando. Sepultado el rey en la Catedral de Toledo, María de Molina se retiró al primitivo Alcázar de Toledo para guardar un luto de nueve días. La reina fue la encargada de ejercer la tutoría durante la minoría de edad de su hijo, que sólo contaba con nueve años de edad. 

Fernando era ilegítimo por el matrimonio de sus padres y la reina tuvo numerosas dificultades para que él permaneciera en el trono. A las luchas con la nobleza castellana, capitaneada por los infantes Juan de Castilla el de Tarifa, por reclamar el trono de su hermano Sancho IV, y por el infante Enrique de Castilla el Senador, hijo de Fernando III de Castilla y tío de Fernando IV, por la tutoría del rey, se sumó el pleito con los infantes de la Cerda, apoyados por Francia, Aragón y su abuela la reina Violante de Aragón, viuda de Alfonso X.


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A todo ello se le sumaron los problemas con Aragón, Portugal y Francia, que intentaron aprovechar la situación de inestabilidad que atravesaba el reino de Castilla en su propio provecho. Al mismo tiempo, Diego López V de Haro, señor de Vizcaya, Nuño GonzálezJuan Núñez de Lara, entre otros muchos opositores, sembraron la confusión y en el reino.


En las Cortes de Valladolid de 1295 el infante Enrique de Castilla el Senador fue nombrado tutor del rey, pero la reina consiguió, mediante el apoyo de las ciudades con voto en Cortes, que la custodia de su hijo le fuera confiada a María de Molina. Mientras se celebraban las Cortes de Valladolid de 1295, el infante Juan de Castilla el de Tarifa dejó la ciudad de Granada e intentó ocupar la ciudad de Badajoz. Pero, al fracasar en su intento, se apoderó de Coria y del castillo de Alcántara. 

Después el infante Juan de Castilla el de Tarifa pasó al reino de Portugal, donde presionó al rey Dionisio I de Portugal para que declarase la guerra al reino de Castilla y León, y al mismo tiempo, para que le apoyase en sus pretensiones de acceder al trono castellano-leonés. En el verano de 1295, terminadas las Cortes de Valladolid de ese año, la reina María de Molina y Enrique se entrevistaron en Ciudad Rodrigo con Dionisio I de Portugal.

La reina entregó a  Dionisio I de Portugal varias plazas situadas junto a la frontera portuguesa. En la entrevista de Ciudad Rodrigo se acordó que Fernando IV contraería matrimonio con la infanta Constanza de Portugal, hija del rey de Portugal, y que la infanta Beatriz de Castilla, hermana de Fernando IV, se casaría con el infante Alfonso, heredero del trono portugués. 

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Al mismo tiempo, a Diego López V de Haro se le confirmó la posesión del señorío de Vizcaya, y al infante Juan, que aceptó momentáneamente como soberano a Fernando IV en privado, se le restituyeron sus propiedades. Poco después, Jaime II de Aragón devolvió a la infanta Isabel de Castilla a la corte castellana, sin haberse desposado con ella, y declaró la guerra a Castilla y León.

A principios de 1296, el infante Juan de Castilla el de Tarifa, quien se había rebelado contra Fernando IV, tomó  Astudillo, Paredes de Nava y Dueñas, al tiempo que su hijo Alfonso de Valencia se apoderaba de Mansilla. En abril de 1296 Alfonso de la Cerda invadió el reino de Castilla y León acompañado por tropas aragonesas, y se dirigió a la ciudad de León, donde el infante Juan fue proclamado rey de León, de Sevilla y de Galicia. 

Acto seguido, el infante Juan acompañó a Sahagún a Alfonso de la Cerda, donde fue proclamado rey de Castilla, Toledo, Córdoba, Murcia y Jaén. Poco después de ser coronados Alfonso de la Cerda y el infante Juan, ambos cercaron el municipio vallisoletano de Mayorga, partiendo al mismo tiempo el infante Enrique al reino nazarí de Granada para concertar la paz entre el monarca granadino y Fernando IV. 

Los granadinos atacaban en toda Andalucía las tierras del rey, que eran defendidas, entre otros, por Alonso Pérez de Guzmán. El día 25 de agosto de 1296, falleció el infante Pedro de Aragón, víctima de la peste, mientras se encontraba al mando del ejército aragonés que sitiaba la ciudad de Mayorga, perdiendo con ello el infante Juan a uno de sus valedores.

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Beatriz de Castilla


Debido a la mortalidad que se extendió entre los sitiadores de Mayorga, sus comandantes se vieron obligados a levantar el cerco. Mientras el infante Juan de Castilla el de Tarifa y Juan Núñez de Lara aguardaban la llegada del rey de Portugal con sus tropas para unirse a ellos en el sitio al que proyectaban someter la ciudad de Valladolid, donde se encontraban la reina María de Molina y Fernando IV

El rey aragonés atacó Murcia y Soria, y el rey Dionisio de Portugal atacó a lo largo de la línea del río Duero, al tiempo que Diego López V de Haro  desordenaba su señorío de Vizcaya. Ante esta situación, la reina María de Molina amenazó al rey de Portugal con romper los acuerdos del año anterior, si persistían sus ataques a Castilla y su apoyo al infante Juan y a Alfonso de la Cerda. 

El soberano de Portugal, ante las amenazas de María de Molina, e informado de que Juan Núñez de Lara se negaba a sitiar Valladolid, así como de que numerosos magnates, nobles y prelados desertaban del bando del infante Juan, retornó junto con sus tropas a Portugal, habiéndose apoderado previamente de los municipios de Castelo Rodrigo, Alfaiates y Sabugal, territorios pertenecientes a Sancho de Castilla, el de la Paz, nieto de Alfonso X. 

Poco después de la retirada del rey de Portugal, el infante Juan se retiró a León y Alfonso de la Cerda regresó al reino de Aragón. En octubre de 1296, las tropas de María de Molina, enferma de gravedad en esos momentos, cercaron Paredes de Nava, donde se hallaba María Díaz de Haro, esposa del infante Juan de Castilla el de Tarifa, acompañada por su madre y su hijo Lope.


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María de Molina

Cuando el infante Enrique de Castilla el Senador, que se hallaba conferenciando con el rey de Granada, tuvo conocimiento de que los aragoneses y los portugueses habían abandonado el reino de Castilla y León, y de que la reina se encontraba sitiando Paredes de Nava, decidió regresar a Castilla, temiendo que le privasen del cargo de tutor del rey Fernando. 

Sin embargo, presionado por Alonso Pérez de Guzmán y por otros caballeros, antes de emprender el regreso, atacó a los granadinos, que en esos momentos habían vuelto a atacar a los castellanos. A cuatro leguas de Arjona, se entabló una batalla con los granadinos, en la que Alonso Pérez de Guzmán  salvó la vida del infante Enrique. La derrota castellano-leonesa fue completa, el campamento cristiano fue saqueado.

El infante Enrique persuadió a algunos caballeros y consiguió que se levantase el asedio a que se hallaba sometida Paredes de Nava, a pesar de la oposición de la reina, que regresó a Valladolid en enero de 1297,  sin haber tomado la plaza. Y durante las Cortes de Cuéllar convocadas por la reina María de Molina, el infante Enrique presionó para que la plaza de Tarifa fuera devuelta al rey de Granada.

Pero no pudo conseguir su objetivo por la oposición de María de Molina. En dichas Cortes el infante Enrique consiguió que a su sobrino don Juan Manuel se le entregase el castillo de Alarcón, como compensación por haberle arrebatado los aragoneses la villa de Elche, a pesar de la oposición de la reina, que no deseaba sentar ese tipo de precedentes entre los nobles y magnates castellano leoneses. 


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María de Molina

Poco antes de la firma del Tratado de Alcañices, Juan Núñez de Lara, que apoyaba a Alfonso de la Cerda y al infante Juan, fue sitiado en Ampudia, aunque consiguió escapar del cerco. En 1296, la reina María de Molina había amenazado al rey de Portugal con romper los acuerdos del año anterior, si persistían sus ataques al territorio castellano, ante lo cual Dionisio I aceptó regresar junto a sus tropas a Portugal.

Mediante el tratado de Alcañices quedaron fijadas, entre otros puntos, las fronteras entre Castilla y León y Portugal, que recibió una serie de plazas fuertes y villas a cambio de romper sus acuerdos con Jaime II de Aragón, con Alfonso de la Cerda, con el infante Juan de Castilla el de Tarifa, y con Juan Núñez II de Lara. En el acuerdo fue confirmado el enlace entre Fernando IV de Castilla y la infanta Constanza de Portugal, hija del monarca lusitano.

Al mismo tiempo se acordaban los esponsales entre el infante Alfonso de Portugal, heredero del trono lusitano, y la infanta Beatriz, hermana de Fernando IV. Por otra parte, el monarca portugués aportó un ejército de trescientos caballeros, puestos a las órdenes de Juan Alfonso de Alburquerque, para ayudar a la reina María de Molina en su lucha contra el infante Juan de Castilla el de Tarifa, que había recibido el apoyo del rey de Portugal.

Además, se estipuló en el tratado que las villas y plazas de Campo Maior, Olivenza, Ouguela y San Felices de los Gallegos serían entregadas a Dionisio I, como compensación por la pérdida portuguesa, durante el reinado de Alfonso III de Portugal, de plazas arrebatadas por Alfonso X de Castilla. Y  le fueron entregadas también las plazas de Almeida, Castelo Bom, Castelo Melhor, Castelo Rodrigo, Monforte, Sabugal, Sastres y Vilar Maior. 


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Estatua de Sancho IV

Los monarcas castellano y portugués renunciaron a plantearse mutuamente reclamos territoriales y los prelados de los dos reinos acordaron apoyarse mutuamente y defenderse de las posibles pretensiones, por parte de otros estamentos, de restarles libertades o privilegios. El tratado fue ratificado por los monarcas de ambos reinos y por nobles y eclesiásticos de ambas naciones, la Hermandad de los concejos de Castilla y su equivalente de León. 

A largo plazo las consecuencias de este tratado fueron duraderas, ya que la frontera entre ambos reinos apenas fue modificada en el curso de los siglos posteriores, convirtiéndose en una de las más longevas de Europa. Además, contribuyó a asegurar la posición de Fernando IV en el trono y permitió que la reina María de Molina ampliase su libertad de movimientos, sin disputar con el soberano portugués, quien la apoyó en contra del infante Juan de Castilla el de Tarifa, que, aún controlaba León.

A finales de 1297, la reina envió a Alonso Pérez de Guzmán al reino de León para que combatiese al infante Juan. A comienzos de 1298, Alfonso de la Cerda y el infante Juan de Castilla, el de Tarifa, apoyados por Juan Núñez de Lara, comenzaron a acuñar moneda falsa, porque tenía menos metal del que correspondía, con el propósito de desestabilizar la economía del reino de Castilla y León. 

En 1298 la ciudad de Sigüenza cayó en poder de Juan Núñez de Lara. Pero tuvo que evacuarla al poco tiempo a por la resistencia de los defensores.  Poco después, pasó a manos del magnate castellano Almazán, que se convirtió en la plaza fuerte de Alfonso de la Cerda. Además, el rey Jaime II de Aragón devolvió a Juan Núñez de Lara el señorío de Albarracín.


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Sancho IV de Castilla 


En las Cortes de Valladolid de 1298, el infante Enrique aconsejó la venta de la ciudad de Tarifa a los musulmanes, a lo  que se opuso la reina María de Molina, quien entonces se entrevistó con el rey de Portugal en Toro, y le solicitó ayuda en la lucha contra el infante Juan. Sin embargo, el soberano portugués se negó a atacarlo y, de acuerdo con el infante Enrique, planearon que Fernando IV llegase a un acuerdo de paz con el infante Juan.

El infante Juan conservaba de por vida: el reino de Galicia, la ciudad de León, y todas las plazas por él conquistadas, que a su muerte todos pasarían a Fernando IV de Castilla. La reina María de Molina, que se oponía al proyecto, sobornó al infante Enrique, entregándole Écija, Roa  y Medellín para que el plan no siguiera adelante. Logró  también que los representantes de los concejos rechazaren públicamente la propuesta portuguesa. 

Después de la entrevista con el monarca lusitano en 1298, la reina envió a su hijo, el infante Felipe de Castilla, que contaba con siete años de edad, al reino de Galicia, con el propósito de reforzar la autoridad real en aquella zona, en la que Juan Alfonso de Albuquerque y Fernando Rodríguez de Castro, señor de Lemos y Sarria, sembraban el desorden.

Una vez finalizadas las Cortes de Valladolid de 1299, la reina recuperó los castillos de Monzón y de Becerril de Campos, que se hallaban en poder de los partidarios de Alfonso de la Cerda. Entonces Juan Alfonso de Haro, señor de los Cameros, capturó a Juan Núñez de Lara. Mientras tanto, la reina dispuso el envío de tropas para socorrer a Lorca, sitiada por el rey de Aragón. En agosto del mismo año, las tropas del rey castellano cercaban Palenzuela.


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Papa Nicolás IV                      


Juan Núñez de Lara fue libertado en 1299 a condición de que su hermana Juana de Lara se desposase con el infante Enrique el Senador,  que rindiese homenaje al rey Fernando IV y se comprometiese a no guerrear contra él, y que devolviese a la Corona los municipios de Osma, Palenzuela, Amaya y Dueñas, (concedida al infante Enrique),  Ampudia, Tordehumos, (entregada a Diego López V de Haro, señor de Vizcaya, la Mota) y  Lerma.

En marzo de 1300, la reina María de Molina se entrevistó con Dionisio I de Portugal en Ciudad Rodrigo, donde el soberano portugués solicitó fondos para poder abonar el coste de las dispensas matrimoniales que el Papa debería otorgar, a fin de que se llevasen a cabo los enlaces matrimoniales entre Fernando IV y Constanza de Portugal, y los de la infanta Beatriz de Castilla con el infante Alfonso de Portugal.

En las Cortes de Valladolid de 1300 María de Molina consiguió reunir la cantidad necesaria de dinero con la que persuadir al Papa Bonifacio VIII para emitier la bula que legitimara su matrimonio con Sancho IV. Durante ellas el infante Juan de Castilla, el de Tarifa renunció a sus pretensiones al trono, no obstante haber sido previamente proclamado rey de León. Prestó luego público juramento de fidelidad a Fernando IV y a sus sucesores.

Juan de Castilla, el de Tarifa renunció a la posesión del señorío de Vizcaya, que le fue confirmada a Diego López V de Haro. A cambio, María Díaz de Haro y su esposo, el infante Juan, recibieron Mansilla, Paredes de Nava, Medina de Rioseco, Castronuño y Cabreros. Poco después, María de Molina y los infantes Enrique y Juan, acompañados por Diego López V de Haro, sitiaron el municipio de Almazán, pero lo levantaron por la oposición del infante Enrique.


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Felipe IV


En 1301 Jaime II de Aragón sitió la villa de Lorca, perteneciente a Don Juan Manuel, quien la entregó al monarca aragonés. María de Molina, para amortizar el desembolso realizado para proveer un ejército con el que liberar a la villa del cerco aragonés, ordenó cercar los castillos de Alcalá y Mula, y sitió la ciudad de Murcia, donde se hallaba Jaime II, quien prevenido por los infantes Enrique y Juan, evitó ser capturado por las tropas castellano leonesas. 

Los infantes Enrique y Juan alertaron a Jaime II  porque temieron una completa derrota del soberano aragonés, pues ambos deseaban mantener buenas relaciones con él. En ese mismo año, en las Cortes de Burgos se aprobaron los subsidios demandados por la Corona para financiar la guerra contra el reino de Aragón, contra el reino nazarí de Granada, y contra Alfonso de la Cerda.

 Las Cortes concedieron subsidios para la legitimar del matrimonio de la reina con Sancho IV de Castilla, y se enviaron al Papa los marcos de plata necesarios para lograr ese propósito, pese a la hambruna que asolaba el reino de Castilla y León. En las Cortes de Zamora de 1301, el infante Juan de Castilla, el de Tarifa y los hombres ricos de León, Galicia y Asturias, partidarios del infante Juan, aprobaron los subsidios demandados por la Corona.

En otoño de 1301, hallándose María de Molina en el Alcázar de Segovia recibió la noticia de que el papa Bonifacio VIII había expedido la bula que legitimaba el matrimonio de la reina María de Molina con el difunto rey Sancho IV, siendo, por lo tanto, sus hijos legítimos a partir de ese momento. Simultáneamente, se declaró la mayoría de edad de Fernando IV.

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María de Molina


Con ello, el infante Juan de Castilla, el de Tarifa y los infantes de la Cerda perdieron uno de sus principales argumentos a la hora de reclamar el trono, pues en adelante ya no podrían esgrimir la ilegitimidad del monarca castellano leonés. También se recibió la dispensa pontificia que permitía la celebración del matrimonio de Fernando IV con Constanza de Portugal.

El infante Enrique, molesto por la legitimación de Fernando IV por el Papa Bonifacio VIII, se alió con Juan Núñez de Lara a fin de indisponer y enemistar a Fernando IV con su madre, la reina María de Molina. A ambos magnates se les unió el infante Juan de Castilla, quien continuaba reclamando el señorío de Vizcaya en nombre de su esposa,  María Díaz de Haro.

En 1301, mientras la reina María de Molina se encontraba en Vitoria con el infante Enrique respondiendo a las quejas presentadas por el reino de Navarra en relación con los ataques castellanos a sus tierras, el infante Juan y Juan Núñez de Lara indispusieron al rey con su madre y procuraron su diversión en tierras de León por medio de la caza, a la que el rey se mostraba aficionado desde su infancia. 

Estando la reina María de Molina en Vitoria, los nobles aragoneses sublevados contra su rey le ofrecieron su apoyo para conseguir que Jaime II de Aragón devolviera a Castilla las plazas de las que se había apoderado en el reino de Murcia. Ese mismo año el infante Enrique, aliado con Diego López V de Haro, reclamó al rey Fernando IV, en compensación por abandonar el cargo de tutor del rey. 


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María de Molina


Diego López V de Haro chantajeó previamente a la reina María de Molina con declarar la guerra a su hijo, si no accedían a sus deseos, la posesión de las localidades de Atienza y de San Esteban de Gormaz, que le fueron concedidas por el rey. El día 23 de enero de 1302 Fernando IV contrajo matrimonio en Valladolid con Constanza, hija del rey Dionisio I de Portugal

En las Cortes de Medina del Campo de 1302, los infantes Enrique y Juan y Juan Núñez de Lara intentaron indisponer al rey con su madre, acusándola de haber regalado las joyas que le diera Sancho IV, y posteriormente, cuando se demostró la falsedad de dicha denuncia, acusaron a  María de Molina de haberse apropiado de los subsidios concedidos a la Corona en las Cortes de años anteriores.

Se demostró la falsedad de esta imputación, cuando Don Nuño, abad de Santander y canciller de la reina revisó e hizo público el estado de cuentas de María de Molina, quien no se había apropiado de los fondos de la Corona y había contribuido con sus rentas al sostén de la monarquía. Mientras se celebraban las Cortes, a las que acudió una representación del reino de Castilla, falleció el rey Muhammad II de Granada. Le  sucedió Muhammad III, su hijo quien atacó el reino de Castilla y León y conquistó la localidad de Bedmar.

En julio de 1302 Fernando IV acudió junto con su madre, María de Molina, con quien había restablecido las buenas relaciones, y con el infante Enrique de Castilla el Senador, a las Cortes de Burgos de 1302. Fernando IV, a pesar de hallarse bajo la influencia de su privado Samuel de Belorado, de origen judío, quien intentaba apartar al rey de su madre, había decidido prescindir de la presencia del infante Juan y de Juan Núñez de Lara en las Cortes de Burgos. 




Terminadas las Cortes, el rey se dirigió a la ciudad de Palencia, donde se celebró el matrimonio de Alfonso de Valencia, hijo del infante Juan de Castilla el de Tarifa, con Teresa Núñez de Lara y Haro, hija de Juan Núñez I de Lara, y hermana de Juan Núñez II de Lara. En esos momentos se acentuaba la rivalidad existente entre el infante Enrique de Castilla el Senador, María de Molina y Diego López V de Haro de un lado, y el infante Juan de Castilla el de Tarifa y Juan Núñez de Lara del otro.

El infante Enrique amenazó a la reina con declarar la guerra a Fernando IV y a ella, si no se accedía a sus demandas. Los magnates procuraban eliminar la influencia que María de Molina ejercía sobre su hijo, a quien el pueblo dejó de estimar, por el influjo que los ricos ejercían sobre él. A fines de 1302, la reina se vio obligada a aplacar a quienes planeaban levantarse contra Fernando IV, quien pasó esas Navidades en León, con el infante Juan y Juan Núñez de Lara.

A comienzos de 1303 se había previsto una entrevista entre el rey Dionisio I de Portugal y Fernando IV, confiando éste en que su primo el rey de Portugal, le devolvería algunos territorios. Por su parte, el infante Enrique de Castilla el Senador, Diego López V de Haro y la reina María de Molina se excusaron de asistir a la entrevista. El propósito de la reina al negarse a asistir, era vigilar al infante Enrique y al señor de Vizcaya, cuyas relaciones con Fernando IV eran tensas debido a la amistad que el monarca dispensaba al infante Juan y a Juan Núñez de Lara.

En mayo de 1303 se celebró la entrevista entre el rey de Portugal y Fernando IV en la ciudad de Badajoz. El infante Juan y Juan Núñez de Lara predispusieron a Fernando IV en contra del infante Enrique y del señor de Vizcaya, al tiempo que las concesiones ofrecidas por el soberano portugués, quien se ofreció a ayudarle, si fuera preciso contra el infante Enrique de Castilla el Senador, decepcionaron a Fernando IV.


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Beatriz de Castilla


En 1303, mientras el rey se encontraba en Badajoz, se reunieron en Roa el infante Enrique, Diego López V de Haro y don Juan Manuel, y acordaron que este último se entrevistaría con el rey de Aragón quien acordó con don Juan Manuel que deberían reunirse el día de San Juan Bautista en el municipio de Ariza. Después, el infante Enrique comunicó sus planes a María de Molina, que se encontraba en Valladolid, con el propósito de que ella se uniera a ellos. 

El plan del infante Enrique consistía, en que Alfonso de la Cerda se convirtiese en rey de León y se desposase con la infanta Isabel, hija de María de Molina, al tiempo que el infante Pedro, hermano de Fernando IV, sería proclamado rey de Castilla y se desposaría con una hija de Jaime II de Aragón. El infante Enrique manifestó que su intención era lograr la paz en el reino y eliminar la influencia del infante Juan y de Juan Núñez de Lara.

Dicho plan, que hubiera supuesto la disgregación de los territorios del reino de Castilla y León, así como la renuncia al mismo, forzosa o voluntaria, de Fernando IV, fue rechazado por la reina María de Molina, que se negó a secundar el proyecto y a entrevistarse con el soberano aragonés en Ariza. Fernando IV, mientras tanto, suplicaba a su madre que estableciese la paz entre él y los magnates que apoyaban al infante Enrique. 

Los grandes que estaban a favor del infante Enrique volvieron a solicitar a María de Molina que apoyase el plan del infante, a lo que ella se negó. Mientras se celebraban las Vistas de Ariza, la reina recordó al infante Enrique y a sus acompañantes la lealtad que debían a su hijo, así como las grandes heredades con que les había dotado. Con ello consiguió que algunos caballeros abandonasen el lugar, sin secundar el proyecto. 



Sin embargo, el infante Enrique, don Juan Manuel y otros caballeros se comprometieron a hacer la guerra al rey Fernando IV, así como a que le fuera devuelto el reino de Murcia al reino de Aragón, y a que el reino de Jaén le fuese entregado a Alfonso de la Cerda. Sin embargo, mientras la reina María de Molina reunía los concejos y estorbaba los propósitos del infante Enrique, quien enfermó de gravedad y fue trasladado a su villa de Roa. 

Ante la enfermedad del infante Enrique, la reina, temerosa de que sus señoríos y castillos pasasen a ser de don Juan Manuel y de Lope Díaz de Haro (a quienes el infante planeaba legar sus posesiones a su muerte) persuadió al confesor del infante, así como a sus acompañantes, de que le convencieran para que al fallecer, sus bienes revirtieran a la Corona.

El infante Enrique se negó a tal propuesta, pues no deseaba que sus bienes pasasen a poder de Fernando IV. Cuando don Juan Manuel, sobrino carnal del infante Enrique, llegó a Roa, le encontró sin habla y, tomándole por muerto, se apropió de todos los objetos valiosos que allí había, como fue referido por escrito en la Crónica de Fernando IV:


Y desde que vio a Don Enrique lo halló sin habla, y cuidando que era muerto, le tomó cuanto le halló en la casa, plata y bestias y cartas que tenía blancas del sello del rey, y  salió fuera de la villa y llevó consigo cuanto halló de Don Enrique, y fuese para Peñafiel, que era de este Don Juan Manuel.


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Violante de Aragón


Mientras el infante Enrique agonizaba, Fernando IV hizo un pacto con el rey Muhammad III, en el que se estipulaba que el soberano granadino conservaría Alcaudete, Quesada y Bedmar, mientras que Fernando IV conservaría la plaza de Tarifa. El soberano nazarita se declaró vasallo de Fernando IV y se comprometió a pagarle las  parias correspondientes. 

María de Molina envió órdenes a todas las fortalezas del infante moribundo, para que, si el infante Enrique falleciese, no entregasen los castillos, sino a las tropas del rey, a quien pertenecían. El 8 de agosto de 1303 el infante Enrique falleció. Sus vasallos dieron escasas muestras de duelo. Cuando tuvo conocimiento de ello, la reina ordenó que se colocase sobre el ataúd un paño de brocado, y que los clérigos y nobles asistiesen a los funerales.

Al saber que el infante Enrique había fallecido, Fernando IV se mostró complacido y concedió la mayoría de sus tierras a Juan Núñez de Lara, a quien también concedió el cargo de Adelantado mayor de la frontera de Andalucía, y a los hombres que se hallaban con él, al tiempo que devolvía Écija (por haber sido suya) a María de Molina, antes de que ella se la entregara al infante Enrique. 

En noviembre de 1303 el rey se encontraba en Valladolid junto a la reina y solicitó su consejo, pues deseaba poner fin al pleito que sostenían el infante Juan de Castilla el de Tarifa y Diego López V de Haro por la posesión del señorío de Vizcaya, que en esos momentos era propiedad de Diego López V de Haro. La reina María de Molina le manifestó que le ayudaría a resolver dicho pleito, al tiempo que el rey le hacía importantes donaciones, pues las buenas relaciones entre el rey y su madre se habían restablecido totalmente.


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Papa Martín IV


En enero de 1304, hallándose el rey en Carrión de los Condes, el infante Juan reclamó de nuevo, en nombre de su esposa, y apoyado por Juan Núñez de Lara, el señorío de Vizcaya, aunque el monarca en un primer momento resolvió que la esposa del infante se conformase con recibir Paredes de Nava y Villalón de Campos como compensación, a lo que el infante Juan se negó, argumentando que su esposa no lo aceptaría por estar en desacuerdo con los anteriores pactos establecidos por su esposo en relación con el señorío. 

En vista de la situación, el rey propuso que Diego López V de Haro entregase a María Díaz de Haro, a cambio del señorío de Vizcaya, Tordehumos, Íscar, Santa Olalla, además de sus posesiones en Cuéllar, Córdoba, Murcia, Valdetorio, y el señorío de Valdecorneja. Por su parte, Diego López V de Haro conservaría el señorío de Vizcaya, Orduña, Valmaseda, las Encartaciones, y Durango. El infante Juan aceptó la oferta del rey, por lo que este último hizo llamar a Diego López V de Haro a Carrión de los Condes. 

No obstante, el señor de Vizcaya no aceptó la proposición del soberano y le amenazó con la rebelión antes de partir. El rey hizo entonces que su madre se reconciliase con Juan Núñez de Lara, al tiempo que se iniciaban las maniobras previas a la Sentencia Arbitral de Torrellas, rubricada en 1304, en las que no tomó parte Diego López V de Haro, por hallarse enemistado con Fernando IV, quien prometió al infante Juan de Castilla el de Tarifa entregarle el señorío de Vizcaya, y a Juan Núñez de Lara la Bureba y las posesiones de Diego López de Haro en la Rioja, si ambos resolvían las gestiones diplomáticas con Aragón a satisfacción del monarca.

En abril de 1304, el infante Juan comenzó las negociaciones con el reino de Aragón, comprometiéndose Fernando IV a aceptar las decisiones que establecieran los árbitros de los reinos de Portugal y Aragón, que se reunirían en los meses siguientes, respecto a las demandas de Alfonso de la Cerda y a sus disputas con el reino de Aragón. Al mismo tiempo, el rey confiscó las tierras de Diego López V de Haro y de Juan Alfonso de Haro, señor de los Cameros, y las repartió entre los ricoshombres.


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Cortes de Palencia

 A pesar de ello, ambos magnates no se sublevaron contra el rey. Mientras tanto, en Galicia, el infante Felipe de Castilla, hermano de Fernando IV, derrotó en una batalla a su cuñado Fernando Rodríguez de Castro, señor de Lemos quien perdió la vida en dicha batalla. En abril de 1306, el infante Juan, a pesar de la oposición de la reina María de Molina, indujo al rey a que declarase la guerra a Juan Núñez de Lara, sabiendo que Diego López V de Haro le defendería, y aconsejó al soberano que sitiase Aranda de Duero, donde se hallaba Juan Núñez de Lara, quien, en vista de la situación, rompió su vínculo de vasallaje con el rey. 

 Después de una batalla campal, Juan Núñez de Lara consiguió escapar del cerco al que se pretendía someter Aranda de Duero, y se reunió con Diego López V de Haro y con el hijo de este último, y acordaron hacer la guerra al rey Fernando IV por separado, y cada uno en su territorio. Las huestes del rey exigieron concesiones al monarca, quien hubo de concedérselas a pesar de que no se mostraban diligentes en hacer la guerra, por lo que el soberano ordenó al infante Juan que entablase negociaciones con Diego López V de Haro y sus partidarios, a lo que el infante Juan accedió, pues sus vasallos tampoco se mostraban partidarios de la guerra.

Las negociaciones no llegaron a iniciarse y la guerra continuó, a pesar de que el infante Juan aconsejaba al soberano que firmase la paz si ello era viable. El rey solicitó la intervención de su madre, María de Molina, quien tras las negociaciones con los rebeldes, a través de Alonso Pérez de Guzmán, logró en una reunión mantenida con ellos en Pancorbo, que los tres magnates sublevados concediesen castillos como rehenes al rey. 

Al rey se  debía rendir pleitesía, conservando sus propiedades, al tiempo que el rey se comprometía a abonarles sus soldadas. El acuerdo no satisfizo al infante Juan, quien volvió a reclamar al rey la posesión del señorío de Vizcaya en nombre de su esposa. Y Fernando IV, para complacer al infante, le arrebató la  merindad (o merinato) de Galicia a su hermano el infante Felipe y se la concedió a Diego García de Toledo, privado del infante Juan.


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Adelantado Mayor de Galicia


Fernando IV, para complacer a su tío el infante Juan, envió a Alonso Pérez de Guzmán y a Juan Núñez de Lara a parlamentar con Diego López V de Haro, quien se negó a ceder el señorío de Vizcaya al infante y a su esposa, María Díaz de Haro. Cuando el infante Juan tuvo lo supo, convocó a don Juan Manuel y a sus vasallos para que apoyasen sus pretensiones. Simultáneamente el rey y la reina María de Molina parlamentaban con Juan Núñez de Lara para persuadir al señor de Vizcaya a que devolviese el señorío. 

En septiembre de 1306 el rey se entrevistó con Diego López V de Haro en Burgos. El soberano le propuso conservar la propiedad sobre el señorío de Vizcaya, mientras viviese, pero que a su muerte, debería ser entregado a María Díaz de Haro, a excepción de los municipios de Orduña y Valmaseda, que serían entregados a Lope Díaz de Haro, su hijo. 

Sin embargo, la propuesta no fue aceptada por Diego López V de Haro, a quien, por su obstinación, el rey volvió a intentar enemistar con Juan Núñez de Lara. Poco después, el señor de Vizcaya volvió a apelar ante el Papa. A  principios de 1307, mientras se dirigían a Valladolid, el rey, la reina María de Molina y el infante Juan,  tuvieron conocimiento de que Clemente V reconocía la validez del juramento prestado por el infante Juan y por su esposa al renunciar al señorío de Vizcaya.

El infante debería atenerse al juramento o bien responder al pleito interpuesto contra él por el señor de Vizcaya. En 1307 se intentó resolver el pleito sobre el señorío, acordando que Diego López V de Haro conservase la propiedad del señorío de Vizcaya en tanto durase su vida, pero que a su muerte, el señorío pasase a ser de María Díaz de Haro, a excepción de Orduña y Valmaseda, que serían entregadas a Lope Díaz de Haro, su hijo, quien recibiría Miranda y Villalba de Losa de manos del rey. 


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Díaz de Haro


Sin embargo, el acuerdo no fue aceptado por el señor de Vizcaya. Poco después fueron convocadas Cortes en la ciudad de Valladolid. En ellas  viendo María de Molina que los hombres ricos de la nobleza  encabezados por el infante Juan, protestaban contra las medidas adoptadas por los privados del rey, intentó, para complacer al infante, poner fin al pleito existente sobre el señorío de Vizcaya. 

Ante el acuerdo alcanzado respecto a la posesión del señorío de Vizcaya, Juan Núñez de Lara se sintió menospreciado por el rey y por su madre, por lo que se retiró de las Cortes, antes de que estas hubiesen finalizado. Por ello, el rey concedió el cargo de Mayordomo mayor a Diego López V de Haro. Esto  provocó que el infante Juan abandonase la corte, advirtiendo al rey que no contaría con su ayuda, hasta que los alcaides de los castillos de Diego López de Haro rindiesen homenaje a su esposa, María Díaz de Haro. 

Sin embargo, poco después se reunieron en Lerma, donde se hallaban María Díaz de Haro, el infante Juan, Juan Núñez de Lara, Diego López V de Haro, y Lope Díaz de Haro, hijo de este último, acordándose que prestasen homenaje en Vizcaya como futura señora a María Díaz de Haro, al tiempo que se hacía lo mismo en los castillos que recibiría Lope Díaz de Haro.

En 1307, por consejo del infante Juan y de Diego López V de Haro, ambos reconciliados ya, el rey ordenó a Juan Núñez de Lara que abandonase el reino de Castilla y León y que le devolviese los castillos de Moya y Cañete, situados en la provincia de Cuenca, y que el rey le había concedido en el pasado. El rey fue a Palencia, donde se hallaba su madre, quien le aconsejó que, puesto que había expulsado a Juan Núñez de Lara del reino, si deseaba conservar el respeto de los privilegiados ricoshombres y la nobleza, debería mostrarse inflexible. 


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Castillos de Moya 


El rey se dirigió entonces a Tordehumos, donde se hallaba el magnate rebelde, y puso cerco a la villa a finales de octubre de 1307, hallándose acompañado por numerosos ricoshombres con sus tropas, y también por las del Maestre de Santiago. Poco después se unieron a ellos el infante Juan, repuesto de una enfermedad, y su hijo, Alfonso de Valencia, con sus mesnadas. 

Juan Núñez de Lara, se rebeló en 1307 contra Fernando IV de Castilla. A causa de las deserciones de algunos ricos hombres, entre ellos Alfonso de Valencia, hijo del infante Juan, Rodrigo Álvarez de las Asturias y García Fernández de Villamayor, y también a causa de la enfermedad de la reina madre, que no podía aconsejarle, el rey decidió pactar con Juan Núñez de Lara la rendición de este último. 

Después que rindió la villa de Tordehumos, a comienzos de 1308, Juan Núñez de Lara se comprometió a entregar todas sus tierras al rey, excepto las que tenía en la Bureba y la Rioja, por tenerlas Diego López V de Haro, al tiempo que rendía pleitesía al rey, quien firmó este acuerdo a espaldas de la reina madre, enferma de gravedad en esos momentos.

Terminado el cerco de Tordehumos, numerosos magnates y caballeros intentaron enemistar al rey con Juan Núñez de Lara y con su tío el infante Juan, diciéndoles a cada uno de ellos por separado que el rey deseaba la muerte de ambos, por lo que los dos se aliaron, temiendo que el rey desease sus muertes, aunque sin contar con el apoyo de Diego López V de Haro. Pero fueron persuadidos por María de Molina de que el rey no les deseaba ningún mal. 



Sin embargo, el infante Juan y sus acompañantes solicitaron presentar sus peticiones a la reina y no a él, a lo que el soberano accedió. Las reclamaciones, presentadas por los demandantes en las Vistas de Grijota, pasaban porque el soberano concediese la merindad de Galicia a Rodrigo Álvarez de las Asturias y la merindad de Castilla a Fernán Ruiz de Saldaña, al tiempo que debía expulsar de la corte a sus privados, Sancho Sánchez de Velasco, Diego García, y Fernán Gómez de Toledo. Las demandas presentadas por los magnates fueron aceptadas por el monarca.

En 1308, Rodrigo Yáñez, Maestre de la Orden del Temple en el reino de Castilla y León, se dispuso a entregar a María de Molina las fortalezas de la Orden en el reino, mas la reina no aceptó tomarlas sin el consentimiento de su hijo el rey, que este último concedió. Sin embargo, el maestre no entregó los castillos a la reina madre, sino que ofreció al infante [Felipe de Castilla, hermano de Fernando IV, entregárselos a él, a condición de que el infante suplicase al rey, en su nombre, que el monarca atendiese las demandas de los templarios a los prelados de su reino.

En las Cortes de Burgos de 1308 estuvieron presentes, además del rey, la reina María de Molina, el infante Juan de Castilla el de Tarifa, el infante Pedro de Castilla, don Juan Manuel y la mayoría de los ricoshombres y magnates. Fernando IV intentó poner orden en los asuntos de sus reinos, así como alcanzar un equilibrio presupuestario y reorganizar la administración de la Corte, al tiempo que intentaba recortar las atribuciones del infante Juan, aspecto este último no conseguido por el monarca.

En las Cortes de Madrid de 1309, las primeras celebradas en dicha ciudad, el rey manifestó su deseo de ir a la guerra contra el reino nazarí de Granada, al tiempo que demandaba subsidios para poder hacer la guerra. Estuvieron presentes en estas cortes el rey Fernando IV y su esposa Constanza, su madre la reina María de Molina, los infantes Pedro, Felipe de Castilla (1292-1327) y Juan, don Juan Manuel, Juan Núñez de Lara, Diego López V de Haro, Alfonso Téllez de Molina, hermano de la reina María de Molina, el arzobispo de Toledo, los Maestres de las Órdenes Militares de Santiago y Calatrava, los representantes de las ciudades y concejos, y otros nobles y prelados.

Las Cortes aprobaron la concesión de cinco servicios, destinados a pagar las soldadas de los ricoshombres e hidalgos. Terminadas las Cortes de Madrid, Fernando IV se dirigió a Toledo, donde aguardó a que se le uniesen sus tropas, al tiempo que dejaba a su madre, la reina María de Molina, a cargo del gobierno del reino, confiándole la custodia de los sellos. 


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Durante el Sitio de Algeciras de 1309 y el sitio de Gibraltar, la reina María de Molina ordenó que se hicieran procesiones con el objeto de implorar a Dios que cesasen las lluvias torrenciales, a fin de conseguir el triunfo en la empresa bélica, comprometida por las deserciones del infante Juan de Castilla el de Tarifa y de don Juan Manuel, así como por la epidemia que afectó al ejército cristiano. En enero de 1310 el rey Fernando IV decidió negociar con los granadinos, quienes habían enviado como emisario al campamento cristiano al arráez de Andarax.

Alcanzado un acuerdo, en el que se estipulaba que a cambio de levantar el asedio de Algeciras Fernando IV recibiría Quesada y Bedmar, además de 50.000 doblas de oro, el rey ordenó levantar el asedio a finales de enero de 1310. Tras la firma del acuerdo preliminar falleció Diego López V de Haro, y María Díaz de Haro, esposa del infante Juan, tomó posesión del señorío de Vizcaya y a continuación, el infante Juan devolvió al rey las villas de Paredes de Nava, Cabreros, Medina de Rioseco, Castronuño y Mansilla.

En 1310, una vez levantado el asedio de Algeciras, el rey Fernando IV envió a Juan Núñez de Lara a conferenciar con el papa Clemente V, a quien el rey suplicaba, de común acuerdo con el rey de Aragón, que no permitiese que se procesase a su antecesor en la silla de San Pedro, el papa Bonifacio VIII, quien había legitimado el matrimonio de los padres de Fernando IV en 1301, legitimando con ello al propio Fernando IV.

Juan Núñez de Lara debía informar además a Clemente V sobre las causas que habían motivado el levantamiento del sitio de Algeciras, y debía solicitar al Papa, en nombre de Fernando IV, subsidios para poder proseguir en el futuro la guerra contra el reino nazarí de Granada. El Papa Clemente V procuró suavizar la animadversión que Felipe IV de Francia, sentía hacia su predecesor.


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 Clemente V 


El papa Bonifacio VIII, reprochó al infante Juan y a don Juan Manuel su conducta durante el asedio de Algeciras, concedió al rey los diezmos recaudados en su reino durante un año, y envió diversas cartas a los prelados del reino de Castilla y León en las que se les ordenaba reprender severamente a los que no colaborasen con el rey en la empresa de la Reconquista.

Después de la boda de la infanta Isabel, hermana de Fernando IV, este último planeó asesinar al infante Juan de Castilla el de Tarifa en la ciudad de Burgos, en enero de 1311, para vengarse de ese modo por la deserción del infante del cerco de Algeciras y, al mismo tiempo, para someter a la nobleza, que volvía a rebelarse contra el poder de la Corona. 

Sin embargo, la reina María de Molina avisó al infante Juan de los propósitos de su hijo y el infante pudo ponerse a salvo. Fernando IV, acompañado por su hermano el infante Pedro, por Lope Díaz de Haro, y por las mesnadas (las huestes de hombres armados) del concejo de Burgos persiguió al infante Juan y a sus partidarios, que se refugiaron en la villa palentina de Saldaña.

El rey privó entonces al infante Juan del Adelantamiento de la frontera y se lo concedió a Juan Núñez de Lara, al tiempo que ordenó la confiscación de las tierras y señoríos que le había entregado al infante, a sus hijos, Alfonso de Valencia y Juan de Haro, e idéntica suerte corrió Sancho de Castilla, el de la Paz, primo de Fernando IV y partidario del infante Juan.



 Al mismo tiempo, don Juan Manuel se reconcilió con el rey y le solicitó que le concediese el cargo de Mayordomo mayor, por lo que el monarca, que deseaba atraerse a don Juan Manuel, creyendo que este último rompería su amistad con el infante Juan, despojó al infante Pedro del cargo de Mayordomo mayor y se lo concedió, dando a cambio a su hermano las villas de Almazán y Berlanga, que le había prometido anteriormente.

En vista de la situación, Fernando IV, que no deseaba una rebelión abierta de los partidarios del infante Juan, además de querer dedicarse en exclusiva a la guerra contra el reino nazarí de Granada, envió a la reina María de Molina a conferenciar con el infante Juan, con sus hijos, y con sus partidarios en Villamuriel de Cerrato. Las conversaciones duraron quince días y la reina María de Molina estuvo acompañada por el arzobispo de Santiago de Compostela, y por los obispos de León, Lugo, Mondoñedo y Palencia. 

Las conversaciones concluyeron con la concordia entre el infante Juan, quien se mostraba preocupado por su seguridad personal, y el rey Fernando IV. Dicha concordia incomodó a la reina Constanza, esposa de Fernando IV, y a Juan Núñez de Lara, quien continuaba enemistado con el infante Juan. Poco después, Fernando IV se entrevistó con el infante Juan de Castilla el de Tarifa en el municipio de Grijota, y ambos ratificaron lo acordado entre el infante Juan y la reina María de Molina en Villamuriel de Cerrato.

El día 20 de marzo de 1311, durante una asamblea de prelados en la ciudad de Palencia, Fernando IV confirmó y concedió nuevos privilegios a las iglesias y prelados de sus reinos, y respondió a sus demandas. En abril de 1311, hallándose en Palencia, Fernando IV enfermó de gravedad y hubo de ser trasladado a Valladolid, a pesar de la oposición de la reina Constanza, su esposa, que deseaba trasladarlo a Carrión de los Condes, a fin de poder controlar al monarca junto con su aliado, Juan Núñez de Lara. 


María de Molina


Durante la enfermedad del rey surgieron discrepancias entre el infante Pedro, Juan Núñez de Lara, el infante Juan, y don Juan Manuel. Mientras el rey se encontraba en Toro, la reina Constanza dio a luz en Salamanca el día 13 de agosto de 1311 un hijo varón, que llegaría a reinar en Castilla y León a la muerte de su padre como Alfonso XI de Castilla. 

El infante Alfonso, heredero de Fernando IV, fue bautizado en la Catedral Vieja de Salamanca, y a pesar de los deseos del rey, quien deseaba encomendar la crianza del niño a su abuela, la reina María de Molina, prevaleció la voluntad de la reina Constanza, quien deseaba, contando para ello con el apoyo de Juan Núñez de Lara y de Lope Díaz de Haro, que la custodia del niño fuese encomendada al infante Pedro de Castilla, hermano de Fernando IV de Castilla.

En el otoño de 1311 surgió una conspiración que pretendía el destronamiento de Fernando IV de Castilla y colocar en el trono a su hermano, el infante Pedro de Castilla. La conjura se hallaba protagonizada por el infante Juan de Castilla el de Tarifa, por Juan Núñez de Lara y por Lope Díaz de Haro, hijo del fallecido Diego López V de Haro. Sin embargo, el proyecto de destronamiento fracasó debido a la rotunda negativa de la reina María de Molina.

A mediados de 1311, el infante Juan de Castilla el de Tarifa y los principales magnates del reino amenazaron a Fernando IV con dejar de servirle, si el monarca no satisfacía sus peticiones. El infante Juan y sus seguidores exigieron que reemplazase a sus consejeros y privados por el propio infante Juan, la reina María de Molina, el infante Pedro, don Juan Manuel, Juan Núñez de Lara, y por los obispos de Astorga, Zamora, Orense y Palencia, quienes deberían ser los nuevos consejeros del rey. 


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Catedral Vieja de Salamanca


Don Juan Manuel permaneció leal a Fernando IV, debido a que el rey le había cedido todos los pechos y derechos reales de Valdemoro y de Rabrido, a excepción de la moneda forera de ambos lugares y de la martiniega de Rabrido, que había sido entregada a Alfonso de la Cerda. Fernando IV se avino a firmar la concordia de Palencia deseoso de alcanzar la paz y que ningún obstáculo se interpusiese en el relanzamiento de la Reconquista. 

La concordia de Palencia fue rubricada en 1311, con el infante Juan y el resto de los magnates. Sus cláusulas fueron ratificadas en las Cortes de Valladolid de 1312. El rey se comprometió a respetar los usos, fueros y privilegios de los nobles, prelados, y los hombres buenos de las villas, y a no intentar despojar a los nobles de las rentas y tierras que tenían pertenecientes a la Corona.

En las Cortes de Valladolid de 1312, las últimas del reinado de Fernando IV, se recaudaron fondos para mantener el ejército que se emplearía en la campaña contra el reino nazarí de Granada. También se reorganizó la administración de justicia, la territorial y la local. El rey de realizó profundas reformas en todos los ámbitos administrativos y reforzó la autoridad de la Corona, en detrimento de la autoridad de los nobles. 

Esas Cortes aprobaron la concesión de cinco servicios y una moneda forera, destinados al pago de las soldadas de los vasallos del rey. La única excepción fue Juan Núñez de Lara, que se había convertido en vasallo del rey Dionisio I de Portugal.  En 1312 el rey llegó a Toledo, después de haber dejado al infante Alfonso, heredero del trono, en  Ávila, y se dirigió a Jaén, donde su hermano, el infante Pedro, se encontraba sitiando la localidad de Alcaudete. 


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Reino nazarí de Granada

El rey, después de una corta estancia en Jaén,  ordenó que se ejecutase a los hermanos Carvajal, acusados de haber asesinado en Palencia a Juan Alonso de Benavides, privado del rey. Según la leyenda, pues ello no figura en la Crónica de Fernando IV, los hermanos fueron condenados a ser introducidos en una jaula de hierro con puntas afiladas en su interior y, posteriormente, a ser arrojados desde la cumbre de la Peña de Martos, introducidos en dicha jaula. 

La Crónica de Fernando IV refiere que antes de morir, los hermanos emplazaron al rey a comparecer ante el Tribunal de Dios en el plazo de treinta días. Fernando IV de Castilla falleció el día 7 de septiembre de 1312 en Jaén, sin que nadie le viera morir. Cuando el infante Juan de Castilla el de Tarifa y Juan Núñez de Lara tuvieron conocimiento de la muerte del rey Fernando IV, solicitaron a la reina María de Molina, que hiciese la tutoría de su nieto Alfonso XI de Castilla, de un año de edad, y no el infante Pedro de Castilla, hermano del difunto Fernando IV. 

No obstante, la reina se negó a hacerse cargo de la tutoría del niño rey y les solicitó que hablasen de ello con su hijo, el infante Pedro. Juan Núñez de Lara intentó apoderarse del niño rey, en Ávila. Pero se lo impidieron las autoridades de la ciudad, prevenidas por la reina María de Molina. Poco después cuando llegó el infante Pedro, se negaron a dejarle entrar en la ciudad. 

Mientras tanto, el infante Juan y Juan Núñez de Lara, que se encontraban en Burgos, convocaron a los ricoshombres, procuradores y concejos del reino para que se reuniesen en Sahagún. Al mismo tiempo el infante Pedro obtenía la aprobación de la reina María de Molina para ser el tutor de su sobrino Alfonso XI durante su minoría de edad.


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Fernando IV versus los Hermanos Carvajal

Cuando el infante Juan, que se encontraba en Sahagún con los procuradores del reino, supo de la cercanía del infante Pedro de Castilla, le ofendió ante diversos testigos, provocándolo a marchar contra ellos. El infante Juan y sus acompañantes enviaron al infante Felipe de Castilla, hermano del infante Pedro, a parlamentar con él, quien reconvino a su hermano por formar parte del bando del infante Juan de Castilla el de Tarifa. 

El infante Felipe de Castilla presentó a su madre, la reina María de Molina, las proposiciones del infante Juan, consistentes en que ella fuese tutora del rey Alfonso XI junto con el infante Pedro y el infante Juan, a lo que ella accedió. El infante Pedro de Castilla acudió a las Cortes de Palencia de 1313 acompañado de un ejército de doce mil hombres, reclutados en Asturias y Cantabria.

El infante Pedro de Castilla había acudido a las Cortes sin deseo de entablar combate, pero dispuesto a entablarlo si el otro bando lo deseaba. En el bando del infante Pedro militaban su tío Alfonso Téllez de Molina, hermano de María de Molina, Tello Alfonso de Meneses, hijo del anterior, Rodrigo Álvarez de las Asturias y Fernán Ruiz de Saldaña, entre otros ricoshombres. 

Los principales partidarios del infante Juan de Castilla fueron el infante Felipe de Castilla, Fernando de la Cerda, y Juan Núñez de Lara. Una vez reunidos en la ciudad de Palencia, se acordó que cada uno de los dos bandos conservase sólo mil trescientos hombres en las inmediaciones de la ciudad.  Dicho acuerdo fue quebrantado por Juan de Castilla al conservar cuatro mil hombres. El infante Pedro respondió conservando cinco mil de los suyos. 


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Durante las Cortes, la reina Constanza viuda de Fernando IV, dejó de prestar su apoyo al infante Pedro y pasó a prestarlo al infante Juan, procediendo don Juan Manuel de igual modo. Ante el temor de que surgiesen disputas, y por iniciativa de la reina María de Molina, los infantes Pedro y Juan y sus acompañantes abandonaron la ciudad y se hospedaron en las aldeas cercanas.

Al mismo tiempo, los prelados y procuradores del reino partidarios del infante Pedro y de María de Molina acordaron reunirse en la iglesia de San Francisco de Palencia, de la Orden de los Franciscanos, y los partidarios del infante Juan lo harían en el convento de San Pablo de Palencia, de la Orden de los Dominicos, y vinculado a la casa de Lara. 

A pesar de los deseos del infante Pedro y de su madre la reina, los partidarios del infante Juan no se avinieron a ningún acuerdo y nombraron tutor al infante Juan, al tiempo que el otro bando los nombraba a la reina María de Molina y al infante Pedro. Las dobles Cortes de Palencia de 1313 dieron origen a dos ordenamientos distintos: uno otorgado por Juan, tutor de Alfonso XI, a los concejos de territorios en los que predominaban sus partidarios. 

El otro ordenamiento fue promulgado por la reina María de Molina y por su hijo, el infante Pedro, como tutores conjuntos de Alfonso XI, y fue librado a petición de los concejos de Castilla, León, Toledo, las Extremaduras, Galicia, Asturias y Andalucía. En ambos cuadernos de las Cortes consta la presencia del clero, de la nobleza y de los hombres buenos de las villas.


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Iglesia de San Francisco de Palencia


El infante Juan llevaba cierta ventaja en el número y calidad de los próceres, así como el infante Pedro y María de Molina en prelados, Maestres de las Órdenes Militares, y representantes de los concejos. El cuaderno dado por la reina llevaba los sellos del rey Alfonso XI y los de ambos tutores. Y  el otorgado por el infante Juan únicamente su propio sello, deduciéndose de ello que la Cancillería real se hallaba en manos de los primeros. 

Acabadas las Cortes de Palencia de 1313, cada uno de los dos bandos comenzó a utilizar el sello real para emitir órdenes y privilegios. Alfonso de Valencia y su padre el infante Juan de Castilla, el de Tarifa ocuparon la ciudad de León, al tiempo que el infante Pedro se apoderaba de la ciudad de Palencia. Éste después con su madre María de Molina, se  dirigió a Ávila, donde se hallaba el rey Alfonso XI

Mientras tanto ambos bandos intentaban alcanzar un acuerdo definitivo sobre quién debía ser tutor del rey, interviniendo en las negociaciones los Maestres de las Órdenes de Santiago y Calatrava, así como don Juan Manuel, partidario del infante Juan de Castilla. El infante Pedro partió hacia Granada a fin de socorrer a Nasr, rey de Granada, contra quien se había sublevado el hijo del arráez de Málaga. 

Sin embargo, a finales de 1313 el infante Pedro tuvo conocimiento de la derrota del rey granadino y, durante su regreso a Castilla, asedió durante tres días y tomó el castillo de Rute, situado en la provincia de Córdoba. A finales de 1313, el infante Juan convocó a los procuradores del reino en Sahagún. Mientras se hallaban reunidos, el día 18 de noviembre falleció la reina Constanza, madre de Alfonso XI.


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Convento de San Pablo de Palencia


Y  así fue que el infante Juan y sus partidarios se decidieron a pactar con María de Molina, ofreciéndole a la reina que desempeñase el cargo de tutora del rey en los territorios en los que habían declarado tutores a ella y a su hijo el infante Pedro. Mientras tanto el infante Juan ejercería como tutor en los territorios que lo apoyaban. Finalmente la reina aceptó la propuesta del infante Juan.

En la Concordia de Palazuelos, del año 1314, se encomendó la tutoría de Alfonso XI de Castilla a sus tíos, los infantes Juan y Pedro de Castilla, y a su abuela, la reina María de Molina. A ella le fue confiada la crianza y  custodia del niño rey. Se acordó que la Cancillería del reino debería hallarse junto al rey, y que los tutores tomasen cartas blancas para los pleitos a resolver en las villas, y destruyesen los sellos reales que antes habían usado. 

Poco después de acordar la tutoría compartida del rey entre los dos infantes, se entabló un pleito entre don Juan Manuel y la infanta portuguesa Blanca de Portugal, nieta de Alfonso X, por varias ciudades que ella había vendido al infante Pedro,  pese a que don Juan Manuel deseaba comprarlas, pero no satisfizo el pago. Por esa  razón don Juan Manuel comenzó a saquear la zona de Guadalajara, apoyado por el infante Juan de Castilla.

Después, Alfonso de Valencia, hijo del infante Juan, atacó al infante Felipe de Castilla, hijo de la reina María de Molina, en Lugo, donde casi se  libró una batalla campal. ​ El Maestre de Calatrava aconsejó al infante Pedro, que atacò las tierras de don Juan Manuel, que dividiese en partes iguales esos territorios en disputa. El  infante Pedro accedió y se entrevistó con don Juan Manuel y, luego con el infante Juan, para convocar a las Cortes en Burgos.

 

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Santa María de Palazuelos

 

En las Cortes de Burgos de 1315 se ratificó lo dispuesto en la Concordia de Palazuelos de 1314 y se estipuló que en caso de morir alguno de los tutores, continuarían en el cargo los que continuasen vivos. Se comprometieron a que sólo accediera a la tutoría del rey la reina María de Molina y  los infantes Pedro y Juan. Se rompieron los sellos anteriores de los tutores y se comenzó  a usar uno nuevo. Disponía que la Cancillería se hallase junta al rey y a la reina. 


Los tutores se comprometieron a no conceder tierras o bienes monetarios a persona alguna. Y se dispuso que sólo se pudieran hacer donaciones con el sello del rey, y el consentimiento previo de los tres tutores. De las Cortes de Burgos de 1315 surgieron tres ordenamientos. En uno de ellos, se aprobó la carta de la Hermandad que los caballeros hijosdalgo de los reinos de Castilla, León, Toledo y las Extremaduras formaron para oponerse a los posibles desmanes.


En otro apartado, el tercero resultante de las Cortes de Burgos de 1315 se intentó resolver las diferencias acerca del ejercicio de la tutoría, y se tomaron algunas disposiciones en lo referente a la administración del reino. En este último ordenamiento los tres tutores del rey Alfonso XI respondieron a ciertos reclamos efectuados por los prelados del reino.


Durante la convocatoria de las Cortes de Burgos de 1315 falleció Juan Núñez II de Lara, partidario del infante Juan de Castilla el de Tarifa, quien fue sucedido en el cargo de mayordomo mayor del rey Alfonso XI por Alfonso de Valencia, hijo del infante Juan. Simultáneamente ​ don Juan Manuel, aprovechando la ausencia del infante Pedro, que se encontraba en las Cortes, saqueó las posesiones de este último en Almazán y en Berlanga del Duero.

 

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Cortes de Burgos

 

 

Terminadas las Cortes de Burgos, se concedió a don Juan Manuel (reconciliado ya con el infante Pedro) el cargo de adelantado mayor del reino de Murcia, y al mismo tiempo Alfonso de Valencia se avino a acercarse  al infante Felipe de Castilla, en presencia de la reina María de Molina (tutora  del rey Alfonso XI)   y del infante Juan de Castilla

En mayo de 1315 el infante Pedro derrotó a los granadinos en la batalla de Alicún de Ortega. En ella murieron alrededor de mil quinientos granadinos y cuarenta notables del sultanato de Granada. Poco después el infante Pedro conquistó los castillos de Cambil y Alhabar. En 1316 en Morales de Toro falleció Alfonso de Valencia, hijo del infante Juan.

En septiembre de 1317 comenzaron las Cortes de Carrión de 1317, en las que, durante cuatro meses, fueron examinadas las rentas del rey y el uso que los tutores habían hecho de ellas. No se encontraron fraudes por parte de los mismos. Se acordó que los tres tutores del rey deberían abandonar la tutoría, si permitían que fueran tomadas las tierras de los ricoshombres, infanzones o caballeros.


Y  si los tres tutores suprimiesen las concesiones pecuniarias otorgadas a los mismos en el Ayuntamiento de Carrión, deberían abandonar la tutoría. También la tendrían que dejar, si no castigasen a los que perturbasen la paz en las tierras de realengo, o si no castigasen y diesen muerte a los alcaides, alcaldes y oficiales que ejecutasen personas arbitrariamente.


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Puente sobre el río Carrión


 Durante las Cortes, el infante Juan, deseaba que el infante Pedro de Castilla abandonase la tutoría, y propuso que los tres tutores dejasen la tutoría, con la esperanza de que le fuera encomendada sólo a él. Su propuesta fue rechazada por los partidarios de la reina y del infante Pedro, que se hallaban presentes. Al aprobar los subsidios demandados por la Corona, entre los caballeros hubo una disputa que casi ocasionó la muerte del infante Juan.


Para contribuir al esfuerzo de la guerra contra el reino nazarí de Granada, que libraba en la frontera el infante Pedro de Castilla, el papa Juan XXII, otorgó a la empresa bélica que se planeaba el carácter de Cruzada, concediendo para ello la décima y la tercia de las rentas eclesiásticas y los ingresos procedentes de las bulas de cruzada durante tres años consecutivos. 


En 1317 el infante Pedro invadió el reino nazarí y devastó su territorio hasta llegar a Granada, desde allí retornó a Córdoba, acompañado por los Maestres de las Órdenes  de SantiagoCalatravaAlcántara, así como por el Maestre de los Hospitalarios, y por el arzobispo de Sevilla y el obispo de Córdoba. Poco después, los granadinos intentaron sitiar Gibraltar, pero no llegaron a realizarlo, por temor a las represalias del infante Pedro.


A continuación, el infante Pedro atacó las localidades de Píñar y Montejícar y  tomó el castillo de Bélmez de la Moraleda. Mientras él combatía a los granadinos en 1317, el infante Juan de Castilla, el de Tarifa, que deseaba una parte de los beneficios otorgados por el Papa para los gastos de guerra contra el reino de Granada. Obtuvo su parte por la intervención de María de Molina. La reina puso término a las disputas entre su hijo Pedro y el infante Juan. Los tres tutores dispusieron que se convocase a las Cortes


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El Papa Juan XXII


Las Cortes se celebraron en 1318. Los procuradores de Extremadura, debido a una disputa surgida con los castellanos en las Cortes de Carrión de 1317, acordaron celebrar Cortes por separado junto a los del reino de León. Éstas se reunieron en Medina del Campo, pues previamente los procuradores castellanos lo habían hecho en Valladolid. 

Durante las Cortes de Medina del Campo le fueron devueltas al rey las villas de Moya y Cañete, situadas en la provincia de Cuenca, por haber fallecido sin descendencia Juan Núñez de Lara. En las Cortes de Medina del Campo de 1318 se hallaron presentes varios prelados, ricoshombres, el maestre de Santiago, y los procuradores de las ciudades y villas del reino de León, de Toledo y de las Extremaduras. 

Los procuradores presentes demandaron que se vigilase estrechamente la administración de justicia, solicitaron que los nobles que maltrataran a los habitantes de las villas fueran castigados severamente, y protestaron sobre la intromisión de la autoridad eclesiástica en los pleitos civiles en tierras de realengo, menguándose con ello la autoridad de la Corona. Por otra parte, los subsidios demandados le fueron concedidos.

En el invierno de 1318 se ultimaron los preparativos bélicos y el infante Pedro, reunió a las tropas que habrían de intervenir en la campaña del año siguiente. Se ocupó  también de la fabricación del armamento necesario en la ciudad de Sevilla. En la ciudad Úbeda, el infante decidió apoderarse del castillo de Tíscar, en Jaén. Lo conquistò el sábado correspondiente a la víspera de Pentecostés en 1319.


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Cortes de Medina del Campo


En junio de 1319, los infantes Juan y Pedro atacaron el reino nazarí de Granada e invadieron su territorio, pero ambos fueron derrotados y perdieron la vida en el Desastre de la Vega de Granada (nombre con el que se conoció a la batalla del 25 de junio de 1319). La derrota castellano leonesa, alteró el rumbo de los acontecimientos en el sur de la Península Ibérica durante varias décadas, hasta que Alfonso XI alcanzó la mayoría de edad.


En el acuerdo de paz que siguió a esa derrota fue suscrito por el infante Felipe de Castilla con los granadinos en la ciudad de Baeza el día 18 de junio de 1320. Se acordó una tregua de tres años entre el reino nazarí de Granada y los de Castilla y  León. En el Acuerdo de Baeza también tomaron parte los concejos de las ciudades más importantes de Andalucía.


Las ciudades andaluzas de Córdoba, Jaén, y Sevilla también intervinieron en la redacción del Acuerdo de Paz de Baeza  las Órdenes militares, cuyas posesiones y fortalezas eran vitales para mantener el equilibrio estratégico entre los ricoshombres, magnates y la Corona. Tras ese Acuerdo de Baeza de 1320 se inauguró un período de relativa tranquilidad entre el reino de Granada y el reino de Castilla y León.


La tregua  acordada fue seguida por un período de relativa calma, que se vio alterado, cuando expiró la tregua acordada, fue rota en 1323. Por su parte, don Juan Manuel, que actuaba como tutor del rey con potestad en los asuntos murcianos, pactó su propia tregua con el reino de Granada, y su suegro, Jaime II de Aragón, actuó de manera análoga.


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Alfonso XI


La muerte de los infantes Juan y Pedro supuso el ascenso al poder absoluto en la Corte castellano leonesa del infante Felipe de Castilla, hijo de la reina María de Molina, de don Juan Manuel y de Juan el Tuerto, hijo del infante Juan. ​ María de Molina apeló a la Santa Sede y solicitó la intervención de Juan XXII. Papa envió una delegación presidida por el Cardenal de Santa Sabina, que consiguió restablecer el orden entre las facciones rivales. 


En 1320 se acordó en Talavera de la Reina que la tutoría del rey Alfonso XI sería ejercida por su abuela paterna la reina María de Molina, por el infante Felipe de Castilla, su hijo, y por don Juan Manuel. La tutoría compartida del rey fomentó el desorden en el reino de Castilla y de León, lo cual benefició a los magnates para que actuaran con plena libertad en sus propios territorios. 

Además, don Juan Manuel y el infante Felipe no respetaban los acuerdos firmados por cada uno de ellos y se atacaban mutuamente, apoyados por sus respectivos partidarios. En el año 1321 la reina María de Molina enfermó de gravedad y dispuso su alojamiento en el convento de San Francisco de Valladolid, ya que el Palacio Real de Valladolid no estaba habitable, porque se encontraba en obras. 

Su nieto Alfonso XI contaba entonces con diez años de edad, y la reina María de Molina convocó a los caballeros del concejo de Valladolid y les encomendó a su nieto a fin de que velasen por él, le cuidasen y le protegiesen. Asimismo, la reina les encomendó a su nieta Leonor de Castilla, hermana del rey y futura esposa de Alfonso IV de Aragón.


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Alfonso XI

El día 29 de junio de 1321, el escribano de Valladolid, Pedro Sánchez, escribió el testamento que la reina María de Molina le dictó.  En él  ordenaba ser enterrada en el monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, y detallaba numerosos legados piadosos. Dispuso el pago de sus deudas y distribuyó numerosas rentas y propiedades. Varios testigos rubricaron el testamento. 

María de Molina falleció en Valladolid,  el día 1 de julio, de 1321 dos días después de haber otorgado su testamento. Los caballeros de la villa se hicieron cargo del rey y organizaron el entierro.  El sepulcro de la reina se localizó en el monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid.

María de Molina fue la  fuente de inspiración literaria. Tirso de Molina centró en ella una de sus obras maestras, La prudencia en la mujer. Y el poeta romántico Mariano Roca de Togores, marqués de Molíns, compuso sobre ella también una de las obras de repertorio del teatro del siglo XIX, Doña María de Molina. Almudena de Arteaga, escribió María de Molina.Tres coronas medievales, con ella ganó el premio Alfonso X el Sabio, en el 2004.


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     Sepulcro de María de Molina       Monasterio de Sta Ma. de Palazuelos


María de Molina (Valladolid) 





María de Molina presentando a su hijo Fernado IV 





MARIA DE MOLINA REINA DE CASTILLA Y LEÓN 




  REFLEJO DE MUJER  N° 52   AÑO V ABRIL de 2021   Texto: Alicia Grela Vázquez Imagen: Elsa Sposaro Juana de Flandes SUMARIO Isabel...