domingo, 1 de octubre de 2017





Nº 10 Año I
Octubre de 2017


Las Horas


SUMARIO

Creación de la mujer
Así pasan las horas





Creación de la mujer

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro

Muchos son los relatos míticos sobre el origen de la mujer. Cada cultura elaboró el suyo. La hegemonía geopolítica de Occidente dio prominencia a la versión judeo-cristiana. Sin embargo, cabe detenerse en la consideración de otras historias, como las ofrecidas por la tradición oral del pueblo mapuche.





Sonia Montecino Aguirre en Mitos de Chile (Diccionario de seres, magias y encantos) da cuenta de la cosmovisión mapuche. Allí explica que al principio sólo había aire y su dueño era Ngen, un espíritu poderoso que vivía con otros de su misma naturaleza. Ellos, como los titanes griegos se rebelaron y fueron vencidos y encerrados.






Pero el dueño del aire dejó escapar entre las cenizas y el humo a otros menos malos: las estrellas, que permanecieron suspendidos del cielo y en las noches brillan por la incandescencia de sus cuerpos.






Los espíritus lloraron muchos días y noches y sus lágrimas cayeron sobre las grandes alturas, arrastrando cenizas y piedras, formando los ríos y los mares. Los espíritus malos que quedaron dentro de las montañas son los Pillanes que activan los volcanes.



El encierro de los Pillanes - Eduardo-Rapiman



Como no había nada en la Tierra, el espíritu poderoso envió a Lituche, un joven hijo suyo y, a pesar de los ruegos de su madre por impedirlo, lo empujó a habitar en ella. Después, tomó una estrella y la convirtió en mujer: Domo. La sopló suavemente para que volara hasta el joven. La tierra estaba dura y las piedras le dañaban sus pies. El dueño de los aires ordenó que naciera pasto muy blando y flores.



Pillanes 1- Luis Borquez



Ella jugando las deshojaba y entonces se convertían en pájaros y mariposas y los frutos que comía mutaban en árboles. El joven estuvo muy feliz con su mujer. El espíritu grande hizo un hoyo entre los aires para mirar hacia la Tierra, y cuando lo hacía brillaba y daba calor. También la madre posaba sus ojos por la hendidura dejando filtrar una luz blanca y suave.


Domo y Lituche



Uno  de los espíritus de los volcanes, aún enojado se enamoró de la mujer. Y su rabia crecía porque no podía escapar de su morada. Este Pillán habló con un espíritu femenino malo y envidioso, que se sacó un pelo muy largo y lo lanzó fuera del volcán. Al salir, el cabello vivió y se convirtió en una culebra delgada que se arrastró hasta donde dormían el hombre y la mujer como hermanos. En esto la analogía puede establecerse con el mito semita de la creación.



Domo y Lituche




Algunos sostienen que cuando fueron creados estos primeros mapuches –que andaban desnudos, porque Dios quería ver si aguantaban el frío– había culebras que caminaban como ellos y que influyeron para que la gente se cubriera el cuerpo con nalcas. Enojado, Dios castigó a las culebras quitándoles los pies, para que se arrastraran.



Nalcas


El espíritu poderoso se enfureció también con el hombre y la mujer, porque escucharon a la serpiente. Tembló la tierra y rugieron los volcanes. Todo lo creado fue destruido. Solo quedaron el hombre, la mujer y un copihue blanco.  La pareja tuvo descendientes: un tigre, un león y una zorra y otros vástagos llenos de pelos que huían de sus padres.



Nahuel (Tigre)



No había luz y reinaba el frío y la noche. La Luna abrió un hueco para mirar a su hijo y dejó caer varias semillas que la mujer sembró. Tuvo después otro niño, muy bueno y bonito. Ella le cantaba tan linda y armoniosamente que el espíritu poderoso abrió un portal para saber cómo era que Domo hacía eso.



León (puma)



Todos los días se asomó a escucharla cantar y así volvió nuevamente la luz de oro, crecieron los árboles, las plantas y las frutas. Pero los hermanos sintieron celos de este niño y uno lo mató. Su sangre cayó sobre el copihue y lo tornó rojo. Actualmente algunos ejemplares conservan el color blanco, otros son rosados y, finalmente, están los sanguíneos. Ellos se han constituido en  la flor nacional de Chile.



Copihue



Los hermanos y las hermanas se casaron con animales y tuvieron descendencia. De ahí provienen los mapuches. Ellos, pese a ser híbridos, heredaron el físico de los humanos, pero las cualidades de las fieras. Es por eso que son valientes como el tigre y el león, y astutos y prudentes como el zorro.



Zorro



Esta historia y otras, por siglos, las mujeres las han contado a las nuevas generaciones de mapuches. Algunas son reproducidas con variaciones y se las conoce con el título de Domo y Lituche. Pero, por su fuerza telúrica, han trascendido los límites del Continente Americano y han llegado al Viejo Mundo para maravillar a quienes la conocieron.




Domo y Lituche



Por los sucesos de estos últimos meses en tierras de mapuches y después de escuchar el relato de la leyenda de Domo y Lituche, que nos recuerda el asesinato del pequeño infante por los celos fraternos,  cabe preguntar una vez más: ¿Dónde está Santiago Maldonado?







Así pasan las Horas

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro


Hasta hoy intrigan los cambios climáticos y meteorológicos, que se producen a lo largo del año. Suelen asociarse con la fertilidad y por ello con la mujer. Las estaciones  (en griego “horós”, vocablo  que  etimológicamente significa: “término”, extralingüísticamente equivale a “horizonte”, como la línea que parece limitar la superficie terrestre e indica hasta dónde alcanza la vista del observador. Allí el cielo y la tierra semejan unirse.


Horizonte



En su sentido lingüístico “horos”: “término”, corresponde a la más elemental de las estructuras lógicas, sobre la cual se construyen las proposiciones y finalmente las de mayor complejidad: los razonamientos. Los griegos intentaron justificar científicamente el cambio observado en la naturaleza entre solsticios y equinoccios. Los filósofos llamados cosmógrafos encontraron algunas respuestas causales.



Guerra del Peloponeso



Dividieron el año en meses lunares y nuevamente expresaron de ese modo  la raíz femenina determinante. Saber sobre las estaciones importaba por varias razones. Una de ellas: la guerra. ¿Cuándo convendría iniciar una campaña militar o invadir una región?



La navegación y la guerra



Tucídides lo cuenta en su Historia de la Guerra del Peloponeso. Otra, era la forma de producción. Sus actividades principalmente extractivas (la agricultura y la pesca) requieren de esos conocimientos.  Pero también el comercio (por la navegación).



Esparta y Atenas en guerra



Pero las más eficaces, abarcadoras y perdurables fueron las explicaciones mitológicas. En ellas se explicaba más poética y ampliamente aquello que aún no hallaba la estructura racional exigida por la ciencia. Y así como los hebreos tuvieron un antecedente (Lilith) que precedió a Eva, los helenos elaboraron diosas (las Horas y Perséfone) que anticiparon a la creación de la primera mujer: Pandora.



Apolo con la eclíptica y las Horas



En la Mitología griega el dios Apolo recorría la eclíptica con las Horas o Estaciones, hijas de Zeus y Temis. Esta diosa consiguió que Cronos (Saturno) impusiese en el mundo una organización estructurada, mejorando algunos aspectos del gobierno anterior (de Urano). Además, siendo ella “la del buen consejo”, regía las relaciones entre los cónyuges y el comportamiento familiar, regulándolo dentro de parámetros socialmente aceptables.



Temis


Las Horas eran originalmente tres: Eunomia, Diké, e Irene. Eunomia (Armonía)  no era simplemente la Ley, sino la buena (eu) ley (nomos). Ésta es una diferencia considerable, porque en su personificación está comprometida la Justicia (Diké) indisolublemente asociada a la diosa Atenea (Minerva).


Las Horas



A su vez, la Virgen Atenea, protectora de Atenas, de las Artes y Ciencias está consagrada a la guerra (como estratega) y en íntima relación con la Paz (Irene). Sólo si la ley es buena, en el estado hay justicia (Diké) y paz (Irene). En lo íntimo, ésta es sosiego del ánimo y en lo social, se entiende como ausencia de beligerancia.



Atenea – Minerva



Las Horas como Estaciones luego pasaron a ser cuatro. Apuntan al estado actual de las cosas y también a las cuatro partes del año: los equinoccios (primavera y otoño) y los solsticios (verano e invierno). En una cultura agrícola la siembra, la germinación, la maduración y la recolección remiten a la gran madre: la naturaleza femenina.



Baco y las Horas



Por otra parte, en el Panteón griego se consideraba la existencia de doce diosas correspondientes a las horas del día y los meses del año. Ellas acompañaban al dios Sol (Helios) y supervisaban su viaje por el cielo y también dividían el día en partes (horas) que no tenían todas igual duración, pues dependían de la altura del sol sobre el horizonte. Así diferían en extensión en los meses de verano y los de invierno.



Temis (madre de las Horas)



A veces se hacen indiscernibles las Horas como partes del día, de las Estaciones. La única diferencia apreciable es su número: doce en el primer caso y tres en el segundo. Sin embargo, los griegos por afincarse en el Mediterráneo, reconocían las cuatro estaciones que la Astronomía y Climatología consagran.



Irene con Plutón – Cefisidoto 


Sucede que las Horas eran las diosas de las partes naturales del tiempo que presidían las revoluciones de las constelaciones celestes y guardaban las puertas del Olimpo. Esto hacían mientras sus tres hermanas: las Moiras (las Parcas) hilaban y tejían la red del destino humano, como cuenta Homero en La Ilíada.



Diké



Las Horas fueron adoradas especialmente por los agricultores, que cuidaban sus cultivos según el tiempo que ellas marcaban. En este sentido Eunomia (Armonía) corresponde al Buen Orden, dado por la Buena Norma, que según refiere Hesíodo en Los trabajos y los días, hace crecer el buen pasto. Por eso los romanos la asociaron a la Disciplina.



Las Horas bailando con otras diosas



Irene, la Paz coincide con la Primavera y Diké con la Justicia y la Ley. En su conjunto representaban las condiciones necesarias para la prosperidad de los cultivos. Esta asociación se da también con Zeus (Júpiter) y Deméter (Ceres). En Atenas se creía que la Hora de la Primavera acompañaba a Perséfone en su ascenso desde el mundo subterráneo de Hades (Plutón: el dios de los muertos).



Rapto de Perséfone



Entonces se abría la cámara de las Horas, pues la primavera estaba por llegar. Sus atributos eran las flores y las fragancias, la frescura y la gracia. Las Horas son diosas amables y benevolentes que proveen a dioses y hombres bienes buenos y deseables. Homero compara el curso de las Horas con la danza de las Gracias, Hebe, Armonía y Afrodita, que acompañan al coro de las Musas, mientras Apolo ejecuta la lira.



Las tres Gracias – Rubens



Así se da en el Panteón primitivo. En el más moderno ellas son las diosas del orden en general y de la Justicia, pues los conceptos evolucionaron desde lo físico (natural) a lo ético. Así la influencia que las Horas tenían en la Naturaleza fue trasladada posteriormente a la vida humana. Huellas de esta transición pueden verse en Hesíodo, cuando las menciona dando al Estado leyes buenas, justicia y paz.







El tiempo transcurrido hizo que la transformación fuese cualitativa (de lo material a lo ético) y cuantitativa, pues se las cuenta en número de dos (la forma más antigua) a doce, pasando por diez, cuatro y la cantidad más frecuente: tres, como las Gracias o Cárites, las hijas de Venus (Talía, Eufrosine y Aglaia) y las Moiras (Láquesis, Cloto y Atropos). Esto hace que haya mucha confusión con respecto a las Horas. Y cuando se intenta hacer una lista para poner orden en ese caos, se incluye como tercera hora del día a la Música.




Las Moiras


Pero, pese al avatar sufrido, nos quedan conceptos claros referidos a la Buena ley (Eunomia), la Justicia (Diké) y la Paz (Irene). Y también testimonios de las obras de Arte en que ellas (las Horas) aparecen como jóvenes doncellas, portadoras de productos estacionales, como símbolo polisémico de la bondad, generosidad y fertilidad de la Naturaleza femenina, recuerdo y evocación de un pasado poblado de divinidades propias de una cultura agrícola. A través de las Estaciones, las Horas, nos acercaremos a Proserpina (Perséfone) la auténtica protagonista de los cambios anuales.







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