Nº 10 Año I
Octubre de 2017
Las Horas
SUMARIO
Creación de la mujer
Así pasan las horas
Creación de la mujer
Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro
Muchos son los relatos
míticos sobre el origen de la mujer.
Cada cultura elaboró el suyo. La hegemonía geopolítica de Occidente dio
prominencia a la versión judeo-cristiana. Sin embargo, cabe detenerse en la
consideración de otras historias, como las ofrecidas por la tradición oral del
pueblo mapuche.
Sonia Montecino Aguirre en Mitos de Chile (Diccionario
de seres, magias y encantos) da cuenta de la cosmovisión mapuche. Allí explica que al principio sólo había aire y
su dueño era Ngen, un espíritu
poderoso que vivía con otros de su misma naturaleza. Ellos, como los titanes
griegos se rebelaron y fueron vencidos y encerrados.
Pero el dueño del aire
dejó escapar entre las cenizas y el humo a otros menos malos: las estrellas, que permanecieron
suspendidos del cielo y en las noches brillan por la incandescencia de sus
cuerpos.
Los espíritus lloraron
muchos días y noches y sus lágrimas cayeron sobre las grandes alturas,
arrastrando cenizas y piedras, formando los ríos y los mares. Los espíritus
malos que quedaron dentro de las montañas son los Pillanes que activan los volcanes.
El encierro de los Pillanes - Eduardo-Rapiman
Como no había nada en
la Tierra, el espíritu poderoso
envió a Lituche, un joven hijo suyo y, a pesar de los ruegos de
su madre por impedirlo, lo empujó a
habitar en ella. Después, tomó una estrella y la convirtió en mujer: Domo. La sopló suavemente para
que volara hasta el joven. La tierra estaba dura y las piedras le dañaban sus
pies. El dueño de los aires ordenó que naciera pasto muy blando y flores.
Pillanes 1- Luis Borquez
Ella jugando las
deshojaba y entonces se convertían en pájaros y mariposas y los frutos que
comía mutaban en árboles. El joven estuvo muy feliz con su mujer. El espíritu
grande hizo un hoyo entre los aires para mirar hacia la Tierra, y cuando lo
hacía brillaba y daba calor. También la madre posaba sus ojos por la hendidura
dejando filtrar una luz blanca y suave.
Domo y Lituche
Uno de los espíritus de los volcanes, aún enojado
se enamoró de la mujer. Y su rabia
crecía porque no podía escapar de su morada. Este Pillán habló con un espíritu femenino malo y envidioso, que
se sacó un pelo muy largo y lo lanzó fuera del volcán. Al salir, el cabello
vivió y se convirtió en una culebra delgada que se arrastró hasta donde dormían
el hombre y la mujer como hermanos. En esto la analogía puede establecerse con
el mito semita de la creación.
Domo y Lituche
Algunos sostienen que
cuando fueron creados estos primeros mapuches –que andaban desnudos, porque
Dios quería ver si aguantaban el frío– había culebras que caminaban como ellos
y que influyeron para que la gente se cubriera el cuerpo con nalcas. Enojado,
Dios castigó a las culebras quitándoles los pies, para que se arrastraran.
Nalcas
El espíritu poderoso se enfureció
también con el hombre y la mujer, porque escucharon a la serpiente. Tembló la
tierra y rugieron los volcanes. Todo lo creado fue destruido. Solo quedaron el
hombre, la mujer y un copihue blanco. La
pareja tuvo descendientes: un tigre, un león y una zorra y otros vástagos
llenos de pelos que huían de sus padres.
Nahuel (Tigre)
No había luz y reinaba el frío y la noche. La Luna abrió un hueco para mirar a su hijo y dejó caer varias semillas que la mujer sembró. Tuvo después otro niño, muy bueno y bonito. Ella le cantaba tan linda y armoniosamente que el espíritu poderoso abrió un portal para saber cómo era que Domo hacía eso.
León (puma)
Todos los días se
asomó a escucharla cantar y así volvió nuevamente la luz de oro, crecieron los
árboles, las plantas y las frutas. Pero los hermanos sintieron celos de este
niño y uno lo mató. Su sangre cayó sobre el copihue y lo tornó rojo.
Actualmente algunos ejemplares conservan el color blanco, otros son rosados y,
finalmente, están los sanguíneos. Ellos se han constituido en la flor nacional de Chile.
Copihue
Los hermanos y las hermanas se
casaron con animales y tuvieron descendencia. De ahí provienen los mapuches. Ellos, pese a ser híbridos, heredaron
el físico de los humanos, pero las cualidades de las fieras. Es por eso que son
valientes como el tigre y el león, y astutos y prudentes como el zorro.
Zorro
Esta historia y otras, por siglos,
las mujeres las han contado a las nuevas generaciones de mapuches. Algunas son
reproducidas con variaciones y se las conoce con el título de Domo y Lituche. Pero, por su fuerza telúrica,
han trascendido los límites del Continente Americano y han llegado al Viejo
Mundo para maravillar a quienes la conocieron.
Domo y Lituche
Por los sucesos de
estos últimos meses en tierras de mapuches y después de escuchar el relato de
la leyenda de Domo y Lituche, que nos recuerda el asesinato del pequeño infante
por los celos fraternos, cabe preguntar una
vez más: ¿Dónde está Santiago Maldonado?
Así pasan las Horas
Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro
Hasta hoy intrigan los
cambios climáticos y meteorológicos, que se producen a lo largo del año. Suelen
asociarse con la fertilidad y por ello con la mujer. Las estaciones (en griego “horós”, vocablo que etimológicamente significa: “término”, extralingüísticamente
equivale a “horizonte”, como la línea que parece limitar la superficie
terrestre e indica hasta dónde alcanza la vista del observador. Allí el cielo y
la tierra semejan unirse.
Horizonte
En su sentido
lingüístico “horos”: “término”, corresponde a la más elemental de las
estructuras lógicas, sobre la cual se construyen las proposiciones y finalmente
las de mayor complejidad: los razonamientos. Los griegos intentaron justificar
científicamente el cambio observado en la naturaleza entre solsticios y
equinoccios. Los filósofos llamados cosmógrafos encontraron algunas respuestas
causales.
Guerra del Peloponeso
Dividieron el año en
meses lunares y nuevamente expresaron de ese modo la raíz femenina determinante. Saber sobre
las estaciones importaba por varias razones. Una de ellas: la guerra. ¿Cuándo
convendría iniciar una campaña militar o invadir una región?
La navegación y la guerra
Tucídides lo cuenta en
su Historia de la Guerra del Peloponeso.
Otra, era la forma de producción. Sus actividades principalmente extractivas
(la agricultura y la pesca) requieren de esos conocimientos. Pero también el comercio (por la navegación).
Esparta y Atenas en guerra
Pero las más eficaces,
abarcadoras y perdurables fueron las explicaciones mitológicas. En ellas se
explicaba más poética y ampliamente aquello que aún no hallaba la estructura
racional exigida por la ciencia. Y así como los hebreos tuvieron un antecedente
(Lilith) que precedió a Eva, los helenos elaboraron diosas (las Horas y
Perséfone) que anticiparon a la creación de la primera mujer: Pandora.
Apolo con la eclíptica y las Horas
En la Mitología griega
el dios Apolo recorría la eclíptica con las Horas o Estaciones, hijas de Zeus y
Temis. Esta diosa consiguió que Cronos (Saturno) impusiese en el mundo una
organización estructurada, mejorando algunos aspectos del gobierno anterior (de
Urano). Además, siendo ella “la del buen
consejo”, regía las relaciones entre los cónyuges y el comportamiento
familiar, regulándolo dentro de parámetros socialmente aceptables.
Temis
Las Horas eran
originalmente tres: Eunomia, Diké, e Irene. Eunomia (Armonía) no era simplemente la Ley, sino la buena (eu)
ley (nomos). Ésta es una diferencia considerable, porque en su personificación
está comprometida la Justicia (Diké) indisolublemente asociada a la diosa
Atenea (Minerva).
Las Horas
A su vez, la Virgen
Atenea, protectora de Atenas, de las Artes y Ciencias está consagrada a la
guerra (como estratega) y en íntima relación con la Paz (Irene). Sólo si la ley
es buena, en el estado hay justicia (Diké) y paz (Irene). En lo íntimo, ésta es
sosiego del ánimo y en lo social, se entiende como ausencia de beligerancia.
Atenea – Minerva
Las Horas como
Estaciones luego pasaron a ser cuatro. Apuntan al estado actual de las cosas y
también a las cuatro partes del año: los equinoccios (primavera y otoño) y los
solsticios (verano e invierno). En una cultura agrícola la siembra, la
germinación, la maduración y la recolección remiten a la gran madre: la
naturaleza femenina.
Baco y las Horas
Por otra parte, en el
Panteón griego se consideraba la existencia de doce diosas correspondientes a
las horas del día y los meses del año. Ellas acompañaban al dios Sol (Helios) y
supervisaban su viaje por el cielo y también dividían el día en partes (horas)
que no tenían todas igual duración, pues dependían de la altura del sol sobre
el horizonte. Así diferían en extensión en los meses de verano y los de
invierno.
Temis (madre de las Horas)
A veces se hacen
indiscernibles las Horas como partes del día, de las Estaciones. La única
diferencia apreciable es su número: doce en el primer caso y tres en el
segundo. Sin embargo, los griegos por afincarse en el Mediterráneo, reconocían
las cuatro estaciones que la Astronomía y Climatología consagran.
Irene con Plutón – Cefisidoto
Sucede que las Horas
eran las diosas de las partes naturales del tiempo que presidían las
revoluciones de las constelaciones celestes y guardaban las puertas del Olimpo.
Esto hacían mientras sus tres hermanas: las Moiras (las Parcas) hilaban y
tejían la red del destino humano, como cuenta Homero en La Ilíada.
Diké
Las Horas fueron
adoradas especialmente por los agricultores, que cuidaban sus cultivos según el
tiempo que ellas marcaban. En este sentido Eunomia (Armonía) corresponde al
Buen Orden, dado por la Buena Norma, que según refiere Hesíodo en Los trabajos y los días, hace crecer el
buen pasto. Por eso los romanos la asociaron a la Disciplina.
Las Horas bailando con otras diosas
Irene, la Paz coincide
con la Primavera y Diké con la Justicia y la Ley. En su conjunto representaban
las condiciones necesarias para la prosperidad de los cultivos. Esta asociación
se da también con Zeus (Júpiter) y Deméter (Ceres). En Atenas se creía que la
Hora de la Primavera acompañaba a Perséfone en su ascenso desde el mundo
subterráneo de Hades (Plutón: el dios de los muertos).
Rapto de Perséfone
Entonces se abría la
cámara de las Horas, pues la primavera estaba por llegar. Sus atributos eran
las flores y las fragancias, la frescura y la gracia. Las Horas son diosas
amables y benevolentes que proveen a dioses y hombres bienes buenos y
deseables. Homero compara el curso de las Horas con la danza de las Gracias,
Hebe, Armonía y Afrodita, que acompañan al coro de las Musas, mientras Apolo
ejecuta la lira.
Las tres Gracias – Rubens
Así se da en el
Panteón primitivo. En el más moderno ellas son las diosas del orden en general
y de la Justicia, pues los conceptos evolucionaron desde lo físico (natural) a
lo ético. Así la influencia que las Horas tenían en la Naturaleza fue
trasladada posteriormente a la vida humana. Huellas de esta transición pueden
verse en Hesíodo, cuando las menciona dando al Estado leyes buenas, justicia y paz.
El tiempo transcurrido
hizo que la transformación fuese cualitativa (de lo material a lo ético) y
cuantitativa, pues se las cuenta en número de dos (la forma más antigua) a
doce, pasando por diez, cuatro y la cantidad más frecuente: tres, como las
Gracias o Cárites, las hijas de Venus (Talía, Eufrosine y Aglaia) y las Moiras
(Láquesis, Cloto y Atropos). Esto hace que haya mucha confusión con respecto a
las Horas. Y cuando se intenta hacer una lista para poner orden en ese caos, se
incluye como tercera hora del día a la Música.
Las Moiras
Pero, pese al avatar
sufrido, nos quedan conceptos claros referidos a la Buena ley (Eunomia), la
Justicia (Diké) y la Paz (Irene). Y también testimonios de las obras de Arte en
que ellas (las Horas) aparecen como jóvenes doncellas, portadoras de productos
estacionales, como símbolo polisémico de la bondad, generosidad y fertilidad de
la Naturaleza femenina, recuerdo y evocación de un pasado poblado de
divinidades propias de una cultura agrícola. A través de las Estaciones, las
Horas, nos acercaremos a Proserpina (Perséfone) la auténtica protagonista de
los cambios anuales.