sábado, 13 de enero de 2018


N° 14 AÑO II
Febrero de 2018


Amazonas


SUMARIO

Asombrosas Amazonas

Amazonas

1542, Conlapayara: Las Amazonas



Asombrosas Amazonas

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro

Por un tiempo hemos vivido en las proximidades del Mar Negro y aunque fundamos la ciudad de Esmirna y algunas otras prósperas localidades del Asia Menor, sólo se conoce de nosotras lo que difundieron quienes después de vencernos, nos agraviaron con falsos testimonios y mentiras ofensivas.


Antigua Esmirna



Hasta sus verdades (a medias) nos difamaron. Así Apolonio llegó a decir que estábamos exclusivamente dedicadas a las obras de Ares (el dios griego de la guerra, más conocido por su alias romano: Marte). Según este mendaz testimonio éramos movidas únicamente por la soberbia. El mismo cuento, quizás con algún sustento real, fue narrado por Herodoto. Él, considerado como padre de la Historia (y la Geografía) nos describió en el siglo V aC como asesinas de varones.



Herodoto



La etimología de nuestro nombre se construyó sobre la base de esos prejuicios. El dialecto ático hizo derivar "amazonas" de un término que entonces equivalía a "sin pecho". En el protoindoeuropeo significaría que "no teníamos marido". En el iraní sería sinónimo de: "guerreras". Y es este último el sentido que se conservó. Apolodoro de Atenas (el Gramático) historiador y mitógrafo griego del siglo II aC dijo que anualmente nos uníamos a los varones con fines reproductivos exclusivamente, para evitar la extinción de nuestra cultura.



Apolodoro de Atenas, el Gramático



Ulrico Schmidl, miembro de la expedición de Don Pedro de Mendoza (el primer Adelantado del Río de la Plata) contó a mediados del siglo XVI que nuestras hermanas halladas en el corazón ignorado y oscuro de América del Sur recibían visitas masculinas tres o cuatro veces en el año, con el mismo propósito.



Ulrico Schmidl







Los antiguos aseguraron que, cuando paríamos niños o los abandonábamos o los enviábamos a sus padres o los matábamos. Si las recién nacidas eran niñas, las manteníamos con nosotras, las criábamos, cuidábamos y amamantábamos. Es por eso que, nuevamente según Apolodoro conservábamos nuestro pecho izquierdo, mientras que el derecho lo comprimíamos (o lo cortábamos) para facilitar el disparo del arco. Por su parte, aquel viajero moderno aseguró que lo quemábamos, para mejorar nuestros aciertos y que cada flecha diese de lleno en su blanco.



Amazona preparándose para la batalla – P. E. E. Hébert



Contaron los historiadores helenos que los grandes batalladores fabulosos nos enfrentaron y vencieron, como lo hizo Belerofonte montado en Pegaso (el caballo alado de Zeus). El mítico exterminador de la Quimera fue contra nosotras. Ella se presentaba como un ser monstruoso de muchas cabezas (entre ellas la de un león y la de una cabra) que asolaba las tierras Licia.



Belerofonte y la Quimera – Mosaico

    

Nosotras los molestábamos tan sólo por existir en oposición a su forma de vida androide. Bendito Zeus que con su real justicia condenó al hombre a recordar meramente sus logros pasados y premió al animal, permitiéndole permanecer entre los dioses olímpicos. Nuestras valientes hermanas: Pentesilea, Antíope e Hipólita fueron víctimas de los grandes héroes helénicos. Ellas hicieron honor a su origen divino como dignas descendientes del rojo Marte.



Teseo y Antíope



Mas cuando participaron de la Guerra de Troya enfrentando a los invasores aqueos, Aquiles (el hijo de Tetis y Peleo) mató en combate a Pentesilea, se enamoró de ella y provocó el retiro de las bravas combatientes, según refirió también Virgilio. Este poeta presenta a la muerta como hija de Ares y Otrera. Proclo, en su resumen de la Etiópida de Arctino de Mileto, refirió el mismo episodio, reconociendo que la reina, después de sus muchas hazañas, fue muerta por el semidiós y enterrada por los troyanos.


 
La reina Pentesilea y Aquiles


Antíope fue raptada por Teseo. El hijo de Egeo y Etra la tomó en matrimonio e hizo de ella la única casada. Claro que, en otra versión se afirmó que el matador del Minotauro se casó con Hipólita (cuyo nombre significa “la que deja sueltos a los caballos”).



Hipólita y Hércules



Finalmente Hércules (hijo mortal de Júpiter y Alcmena) tuvo como novena tarea, arrebatar el cinturón mágico que Ares le diera a su hija Hipólita como símbolo de su autoridad principal. Heracles, llamado así por ser la gloria de Hera, no obstante lo recordamos más como filicida, para cumplir con su detestable trabajo secuestró a Melanipa (hermana de la reina Hipólita) para que ella entregase la reliquia y se diese por vencida definitivamente.



El cinturón de Ares



En el siglo XX ante la rivalidad entre los Aliados y el Eje, en 1941 en los Estados Unidos de Norte América, se recurrió a la creación de un personaje de ficción: la Mujer Maravilla (Wonder Woman). La historieta creada por Marston fue llevada a las pantallas de la televisión y del cine. En sus diversos formatos retomó algunas características similares a las de nuestra cultura, pero con las modificaciones necesarias para servir al nuevo imperio. Combinó feminismo y sexismo.

                

Princesa Diana      
Diana Prince, 1941  



W. W., 1975  Lynda Carter

   


W. W., 2016    Gal Gadot


Evocar a las amazonas, las famosas guerreras derrotadas desde el mítico comienzo: Clonia, Polemusa, Derinol y Evandra, y tantas compañeras más, nos exige ahora a las otras, desde el anonimato continuar en la lucha, buscando en esta cruel trama algún otro desenlace que permita lograr la reivindicación de la mujer insumisa.


Joan Baez - We shall overcome 




AMAZONAS

Texto: Eduardo Galeano
Imagen: Perica Jacoboni




1542, Conlapayara: Las Amazonas

Texto:Eduardo Galeano
Imagen: Elsa Sposaro



No tenía mala cara la batalla, hoy, día de San Juan. Desde los bergantines, los hombres de Francisco de Orellana estaban vaciando de enemigos, a ráfagas de arcabuz y de ballesta, las blancas canoas venidas de la costa.





Pero peló los dientes la bruja. Aparecieron las mujeres guerreras, tan bellas y feroces que eran un escándalo, y entonces las canoas cubrieron el río y los navíos salieron disparados, río arriba, como puercoespines asustados, erizados de flechas de proa a popa y hasta en el palo mayor.






Las capitanas pelearon riendo. Se pusieron al frente de los hombres, hembras de mucho garbo y trapío, y ya no hubo miedo en la aldea de Conlapayara. Pelearon riendo y danzando y cantando, las tetas vibrantes al aire, hasta que los españoles se perdieron más allá de la boca del río Tapajós, exhaustos de tanto esfuerzo y asombro.

Habían oído hablar de estas mujeres, y ahora creen. Ellas viven al sur, en señoríos sin hombres, donde ahogan a los hijos que nacen varones. Cuando el cuerpo pide, dan guerra a las tribus de la costa y les arrancan prisioneros. Los devuelven a la mañana siguiente. Al cabo de una noche de amor. El que ha llegado muchacho, regresa viejo.






Orellana y sus soldados continuarán recorriendo el río más caudaloso del mundo y saldrán a la mar sin piloto, ni brújula, ni carta de navegación. Viajan en los dos bergantines que ellos han construido o inventado a golpes de hacha, en plena selva, haciendo clavos y bisagras con las herraduras de los caballos muertos y soplando el carbón con borceguíes convertidos en fuelles. Se dejan ir al garete por el río Amazonas, costeando selva, sin energías para el remo, y van musitando oraciones: ruegan a Dios que sean machos, por muchos que sean, los próximos enemigos.





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