2 diciembre de 2019
N° 36 AÑO III
Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro
SUMARIO
La Papisa Juana
Boccaccio: Mujeres Preclaras
La Papisa Juana
La Papisa Juana
El relato tradicionalmente repetido sobre la Papisa Juana habla de una mujer que habría ejercido el papado católico ocultando su verdadero género. Su pontificado se situó entre los años 855 y 857, que según la lista oficial de papas, correspondió a Benedicto III, quien se habría disfrazado o travestido. Correspondería al momento de la usurpación de Anastasio el Bibliotecario. Algunas otras versiones afirmaron que eso sucedió entre 872 y 882, con el Papa Juan VIII.
Papisa Juana (Juan VIII)
Los relatos sobre la papisa sostienen que Juana, había nacido en 822, cerca de Maguncia. Era hija de un monje. Según algunos cronistas tardíos, su padre, Gerbert, formaba parte de los predicadores llegados del país de los anglos para difundir el Evangelio entre los sajones. Ella creció inmersa en religiosidad y erudición. Estudió, con el apoyo de su madre (a escondidas de su padre) pese a que estaba vedado a las mujeres de esa época. Juana aprendió griego y así pudo leer la Biblia.
Papisa Juana
Martín el Polaco contó que Juana ingresó en el monacato con identidad masculina, como monje copista, bajo el nombre de Johannes Anglicus (Juan, el Inglés). La razón de esto parecería haber sido que solo la carrera eclesiástica le permitiría continuar con sus estudios sólidos. Luego, los prejuicios sociales de carácter sexual hicieron que ella fuese representada en las cartas del tarot, como la ramera de Babilonia.
Ramera de Babilonia
Juana pudo viajar con frecuencia en esa nueva situación. Yendo de un monasterio a otro se relacionó con destacados personajes de la época. Primero visitó Constantinopla. Allí conoció a la emperatriz de Bizancio: Teodora. También pasó por Atenas y se contactó con el rabino neoplatónico Isaac Israeli para obtener precisiones sobre medicina, astronomía, filosofía, matemáticas e historia natural. Al regresar a Germania se trasladó el Reino de los Francos y visitó la corte de Carlos el Calvo.
Emperatriz Teodora Isaac Israeli Carlos el Calvo
Juana se trasladó a Roma en 848, y donde obtuvo un puesto como docente, con identidad masculina. Así fue recibida en los círculos eclesiásticos. A causa de su reputación de erudita, fue presentada al Papa León IV, convirtiéndose en su secretaria para los asuntos internacionales. En julio de 855, tras la muerte del Sumo Pontífice fue electa su sucesora con el nombre de Benedicto III o Juan VIII.
Dos años después, la Papisa Juana, que disimulaba un embarazo fruto de su unión carnal con el embajador Lamberto de Sajonia, comenzó a sufrir las contracciones del parto en medio de una procesión y dio a luz en público. Según refirió Jean de Mailly, fue lapidada por el gentío enfurecido. Sin embargo, según Martín el Polaco, ella murió a consecuencia del parto.
Juana y Lamberto de Sajonia
Según la leyenda, la suplantación de Juana obligó a la Iglesia a proceder a una verificación ritual de la virilidad de los papas electos. Un eclesiástico estaba encargado de examinar manualmente los atributos sexuales del nuevo pontífice a través de una silla perforada. Además, en lo sucesivo las procesiones evitaron pasar por la iglesia de San Clemente (lugar del parto) en el trayecto del Vaticano a Letrán.
Vaticano
Basílica de San Juan de Letrán
Ambas versiones fueron utilizadas por los detractores de la Religión Cristiana, especialmente de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Estas narraciones tradicionales se conservaron y transmitieron por muchos años, hasta que en 1562 el agustino Onofrio (Giacomo) Panvinio redactó la primera refutación formal y seria de aquel relato, que pasó a ser considerado como una leyenda.
Onofrio (Giacomo) Panvinio
La versión que Martín de Opava (el polaco) dio en Chronicon Pontificum et Imperatum es que Juan, el Inglés nació en Maguncia, fue Papa durante dos años, siete meses y cuatro días y murió en Roma, después de lo cual el papado estuvo vacante durante un mes. Se ha afirmado que este Juan era una mujer, que en su juventud, disfrazada de hombre, fue conducida por un amante a Atenas.
El Papa Juan el Inglés
Allí se hizo erudita en diversas ramas del conocimiento, hasta que nadie pudo superarla, y después, en Roma, profundizó en las siete artes liberales (trívium y quadrivium) y ejerció el magisterio con gran prestigio. La alta opinión que tenían de ella los romanos hizo que la eligieran papa. Ocupando este cargo, se quedó embarazada de su cómplice.
Juana dando a luz
A causa de su desconocimiento del tiempo que faltaba para el parto, parió a su hijo mientras participaba en una procesión desde la basílica de San Pedro a Letrán, en una calleja estrecha entre el Coliseo y la iglesia de San Clemente. Después de su muerte, se dijo que había sido enterrada en ese lugar. El Santo Padre siempre evita esa calle, y se cree que ello es debido al aborrecimiento que le causa este hecho. No está incluido este papa en la lista de los sagrados pontífices, por su sexo femenino y por lo irreverente del asunto.
Juana dando a luz
A su vez el compilador, hagiógrafo y cronista católico de la orden de los dominicos Jean de Mailly (Johannes von Mailly, Iohannes de Malliaco o Iohannes de Mailliaco) dijo en su Chronica Universalis Mettensis: Se trata de cierto papa o mejor dicho papisa que no figura en la lista de papas u obispos de Roma, porque era una mujer que se disfrazó como un hombre y se convirtió, por su carácter y sus talentos, en secretario de la curia, después en cardenal y finalmente en Papa.
Juana dando a luz
Un día, mientras montaba a caballo, dio a luz a un niño. Inmediatamente, por la justicia de Roma, fue encadenada por el pie a la cola de un caballo, arrastrada y lapidada por el pueblo durante media legua. En donde murió fue enterrada, y en el lugar se escribió: Pedro, padre de padres, propició el parto de la papisa. También se estableció un ayuno de cuatro días llamado ayuno de la papisa.
Silla del Ritual de la Verificación
A raíz de ese hecho y la discriminación femenina dentro de la Iglesia Católica, especialmente para cargos jerárquicos se podría haber impuesto el Ritual de la Verificación, para lo cual idearon y construyeron una silla especial. Duos habet et bene pendentes (tiene dos y cuelgan bien), o abreviado Testiculos habet, o, sólo, Habet, es un supuesto proceso en la elección del Papa en el que se comprobaba su virilidad.
Verificación
La opinión más extendida es que se trata de una leyenda que, sin embargo, fue dada por cierta por la propia Iglesia hasta el siglo XVI. Las sillas perforadas exhibidas en su apoyo no son al parecer otra cosa que las sillas curiales, que simbolizaban el carácter colegial de la Curia romana. Ninguna crónica contemporánea a los hechos narrados acredita la historia, y la lista de papas no deja espacio para insertar el pontificado de Juana.
Verificación
Entre la muerte de León IV, el 17 de julio de 855, y la elección de Benedicto III, entre los cuales Martín el Polaco (Martinus Oppaviensis o Martinus Polonus) sitúa a la Papisa, transcurrió muy poco tiempo, incluso teniendo en cuenta que el segundo no fue coronado hasta el 29 de septiembre de ese mismo año por el antipapado de Anastasio. Estos datos son confirmados por pruebas sólidas, como monedas y documentos oficiales de la época.
Martín el Polaco
La crónica de Jean de Mailly sugirió un emplazamiento del papado de Juana un poco anterior a 1100. Sin embargo, sólo transcurren unos meses entre la muerte de Víctor III (16 de septiembre de 1087) y la elección de Urbano II (12 de marzo de 1088), y sólo algunos días entre la muerte de este último (29 de julio de 1099) y la elección de Pascual II (13 de agosto de 1099).
Víctor III Urbano II Pascual II
Las explicaciones que de la historia se dieron, son diversas. El relato fue tal vez ideado a partir del sobrenombre de Papisa Juana que recibió en vida el Papa Juan VIII, por la actitud que sus opositores consideraron como debilidad frente a la Iglesia de Constantinopla. O quizás porque el mismo apodo se aplicó a Marozia, la hija de Teodora y madre de Juan XI.
Ella, Marozia, al nacer fue bautizada como María, pero luego se la conoció como Mariuccia, pues sus adversarios cambiaron su nombre de pila por ese despectivo y otros igualmente derogatorios. Mariozza era autoritaria y dominó a la Iglesia como si fuera el Pontífice. Por eso y otras razones, algunos sectores hablaron de pornocracia o del gobierno de las prostitutas. También esa tradición se refería a la inversión ritual de valores en carnaval.
Teodora Marozia Papa Juan XI
Otro punto de partida para la historia pudo haber sido la prohibición del Levítico (21, 20) de que esté al servicio del Altar un hombre con los testículos aplastados (un eunuco). La idea de que la prohibición conllevara a verificar que sólo un varón entero accediese al trono papal, estuvo probablemente en el origen de la inspección ceremonial y del habet. Fue tema para una disputatio escolástica medieval.
Escolástica Medieval
La historia se ha desarrollado a lo largo de la Edad Media. La primera mención conocida se encontró en la crónica redactada hacia el año 1255 por Jean de Mailly. La leyenda se propagó muy rápidamente y sobre una gran extensión geográfica. Esto hizo suponer que ya existía con anterioridad a esa fecha y que el dominico del convento de Metz se habría limitado a consignarla por escrito.
Convento de Metz
Hacia 1260, la anécdota reaparece en el Tratado de las diversas materias de la predicación, de Esteban de Borbón (Stephanus de Borbone o Étienne de Bourbon) el inquisidor también dominico y de la misma provincia eclesiástica que Mailly. Pero es sobre todo el relato hecho por Martín el Polaco en su Crónica de los pontífices romanos y de los emperadores, hacia 1280, el que le aseguró el éxito.
Archivo de Esteban de Borbón
Los medios eclesiásticos acogieron muy bien a la narración. En principio ésta fue aceptada como verdadera y cierta. Sin embargo, tiempo después, se intentó explicarlo por el interés del caso jurídico y por la voluntad de imponer una interpretación oficial del acontecimiento. Guillermo de Ockham denunció una intervención diabólica en Juan, que prefiguró la de Juan XXII, adversario de los disidentes franciscanos (espirituales).
Guillermo de Ockham
Durante el Gran Cisma de Occidente, la historia de Juana prueba, para las dos facciones, la necesidad legal de una posibilidad de destitución papal. También posteriormente fue recogida por los luteranos, que vieron en ella la encarnación de la prostituta de Babilonia que en el Nuevo Testamento, describiera en el Apocalipsis el apóstol San Juan evangelista.
La Prostituta de Babilonia
Las aguas que has visto, donde se sienta la ramera, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. Y los diez cuernos que viste, y la bestia, aborrecerán a la ramera, la dejarán desolada y desnuda, devorarán sus carnes y la quemarán con fuego. Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo y dar su reino a la bestia hasta que se hayan cumplido las palabras de Dios. Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.
Apocalipsis San Juan
Por su parte Giovanni Boccaccio escribió sobre la Papisa Juana en 1362, en su libro sobre biografías femeninas De Mulieribus Claris. En ese mismo siglo Francisco Petrarca se había visto atraído por la leyenda. Todo esto llevó al erudito monje agustino Onofrio Panvinio, a redactar en 1562 la primera refutación de la leyenda, en su Vida de los papas. En el siglo XVII, los luteranos se unieron a esos argumentos.
Giovanni Boccaccio
Francisco Petrarca y Laura
En 1886, el griego Emmanuel Royidis publicó La papisa Juana, que volvió a dar nuevo impulso al mito. En el siglo XX se interesaron por ella otros autores, como Lawrence Durrell y la escritora Renée Dunan o Alfred Jarry.
Christopher Knight y Robert Lomas en su libro El Segundo Mesías dijeron: Aunque no existen pruebas que puedan demostrar que esta historia es cierta, la Iglesia misma dio fe de ella plenamente, al igual que el público en general. Todavía aparece en una hilera de bustos en la catedral de Siena, con la inscripción Johannes VIII, femina ex Anglia (Papa Juan VIII, mujer de Inglaterra).
Liv Ullman. El final de la Papisa Juana
Boccaccio: Mujeres Preclaras
En su obra De casibus virorum illustrium (De los casos de varones ilustres o De las caídas de varones ilustres) que estructuró en nueve libros Giovanni Boccaccio intentó demostrar la caducidad de los bienes mundanos y la arbitrariedad de la fortuna. Para ello recurrió a una serie de historias protagonizadas por personajes de distintas épocas (comenzando por Adán).
De casibus virorum illustrium
La obra De claris mulieribus (Mujeres Ilustres) fue escrita por Giovanni Boccaccio imitando la colección de biografías De viris illustribus de Petrarca. Y el autor se la dedicó a Andrea Acciaiuoli, condesa de Altavilla. Sirvió de argumentario a numerosos escritores, entre ellos Geoffrey Chaucer, para redactar los Cuentos de Canterbury.
En Mujeres preclaras Boccaccio insistió en la enseñanza moral de la que es portadora cada una de las figuras femeninas elegidas y denunció el escaso interés que los escritores han mostrado por las mujeres, frente a los numerosos escritos sobre las vidas y hechos de los varones ilustres. De este modo él se proclamó como el autor del primer tratado sobre las célebres del género.
Mujeres preclaras (Mujeres Ilustres)
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