N° 19 AÑO II
Julio de 2018
Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro
SUMARIO
Safo de Mitilene
La violencia de Eros
Plenitud
Lo inmutable
En la distancia
A una amada
Oda a Afrodita
Canto IX: Último canto de Safo
Safo de Mitilene
Safo de Mitilene vivió en el siglo V aC y por sus preferencias sexuales es aún hoy más conocida como Safo de Lesbos. Ella dio nombre al amor homosexual entre mujeres. Fue la única poetisa lírica que compartió el podio con los grandes de la antigua Grecia, pese a escribir en su propio dialecto. Así como en la Modernidad Renato Descartes prefirió la lengua romance (el francés) para la Filosofía, pues era el habla de su pueblo, y no el latín, propio de sus profesores.
Rostro de Safo – Simeón Salomón
De sus escritos sólo quedan unos pocos fragmentos y algunas citas hechas por otros autores. Poco pudo conservarse, pues la Iglesia Católica sin entender que su obra era un legado artístico para sus contemporáneos y la posteridad, no sólo la censuró sino que la prohibió y ordenó su destrucción, quizás por considerarla el símbolo de una unión nefasta y pecaminosa.
Safo de Lesbos – Mosaico en Pompeya
Siguió el modelo de Artemisa (Diana) y preparó a las jóvenes para el matrimonio. Luego creó “la casa de las servidoras de las Musas”. En ella ya no recibiría oseznas, como su divina predecesora, sino alumnas a quienes enseñar las artes con especial afecto.
Safo y sus alumnas – Amanda Brewster Sewell
Sus poemas eran cantos sobre el amor y la naturaleza, que ella misma los acompañaba en la lira.
Fue contemporánea de Alceo. Suele vérsela representada por artistas plásticos,disfrutando con sus discípulas de las composiciones líricas,con letra y música del poeta amigo.
Safo y sus compañeras escuchando a Alceo tocar la lira – Alma Tadema
Safo enfrentó al patriarcado aún en las relaciones más íntimas y privadas. Contrapuso a la efebía masculina, que elegía a jóvenes varones como amantes, el respeto por la persona amada y el pedido de ayuda a la benevolente diosa (Venus).
Safo – J.E. Kronberg
En torno a la misteriosa figura de Safo fueron creadas muchas historias con alguna base real y otras inciertas. Entre ellas la más difundida quizás sea la de Faón. Éste era un joven barquero de la Isla de Lesbos. Por haber actuado generosa y desinteresadamente con Afrodita (sin saber quién era ella), la diosa lo premió regalándole un perfume que lo tornó irresistiblemente bello. Todas se enamoraban de él, incluidas Venus y Safo.
Safo y Faón - David
El desenlace varía en las emotivas versiones que corren de este episodio. Hay quienes refieren que Safo, al no ser correspondida quiso forzar la relación desafiando al torbellino de las aguas de la isla de Léucades, buscando ser rescatada por su amado. La acción, sin éxito alguno, la condujo en su exceso a una muerte accidental. Otros la ubican en el promontorio isleño con el propósito de curarse allí del mal de amores. Tampoco logró su cometido, según este relato. Finalmente, sabiendo que ése era el lugar preferido por los enamorados para quitarse la vida, se arrojó desde la altura y en la caída halló la muerte.
Safo en las rocas – Gustave Moreau
Safo en las rocas – E.F. Kanoldt
Algunas interpretaciones de los hechos narrados en las diferentes versiones del capítulo de Faón hacen del episodio una metáfora literaria de una decepción amorosa, pero no necesariamente de la propia de la escritora. El autor latino Ovidio retomó el tema y lo popularizó e hizo de ella una heroína de la vida real.
En los días de Safo - Godward
La Historia de la Literatura presentó La Carta de Safo a Faón, en “Heroidas” como escrita por Ovidio. Actualmente hay argumentos en pro y en contra de su autoría. Lo indiscutible es que Safo fue una heroica mujer devenida en décima Musa. Como tal fue reconocida mundialmente y traducida a varios idiomas. Lo que se conservó de su obra pudo ser publicado separadamente e integrando antologías poéticas y selecciones centradas en la problemática de género. Aunque ya no es necesario, van algunos de sus poemas como prueba de sus muchos merecimientos.
El suicidio de Safo – G. Moreau
La violencia de Eros
Safo
Eros ha sacudido mis entrañas
como un viento abatiéndose en el monte
sobre las encinas.
Safo saltando al mar desde el promontorio leucadio – T. Chassériau
Plenitud
Llegaste, hiciste bien
-te buscaba con ansia-
refrescaste mi pecho
que ardía de deseo.
Safo – Charles Mengin
Lo inmutable
Para las bellas
-para vosotras-
mi pensamiento
nunca es mudable.
Safo de Eresos
En la distancia
Safo
De veras, quisiera morirme.
Al despedirse de mí llorando,
me musitó las siguientes palabras:
"Amada Safo, negra suerte la mía.
De verdad que me da mucha
pena tener que dejarte." Y yo le respondí:
"Vete tranquila. Procura no olvidarte de mí,
porque bien sabes que yo siempre estaré a tu lado.
Y si no, quiero recordarte lo que tu olvidas:
cuantas horas felices hemos pasado juntas.
Han sido muchas las coronas de violetas,
de rosas, de flor de azafrán y de ramos de aneldo,
que junto a mí te ceñiste.
Han sido muchos los collares
que colgaste de tu delicado cuello,
tejidos de flores fragantes por nuestras manos.
Han sido muchas las veces que derramaste
bálsamo de mirra y un ungüento regio sobre mi cabeza.
Safo - Klimt
A una amada
Safo
Paréceme a mí que es igual a los dioses el mortal que se sienta frente a ti,
y desde tan cerca te oye hablar dulcemente
y sonreír de esa manera tan encantadora.
El espectáculo derrite mi corazón dentro del pecho.
Apenas te veo así un instante, me quedo sin voz.
Se me traba la lengua.
Un fuego penetrante fluye enseguida por debajo de mi piel.
No ven nada mis ojos y empiezan a zumbarme los oídos.
Me cae a raudales el sudor.
Tiembla mi cuerpo entero.
Me vuelvo más verde que la hierba.
Quedo desfallecida y es todo mi aspecto el de una muerta...
Safo inspirada por Cupido
Oda a Afrodita
Safo
¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y sexo
Ruégote, Cipria!
Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Zeus
Alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
Raudo bajaba.
Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
Te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?
—me preguntabas—
¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?
Que si te huye, tornará a tus brazos,
Y más propicio ofreceráte dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte.
Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de su dura pena;
Cual protectora, en la batalla lidia
Siempre a mi lado.
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y sexo
Ruégote, Cipria!
Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Zeus
Alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
Raudo bajaba.
Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
Te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?
—me preguntabas—
¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?
Que si te huye, tornará a tus brazos,
Y más propicio ofreceráte dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte.
Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de su dura pena;
Cual protectora, en la batalla lidia
Siempre a mi lado.
Safo
Ella ha sido homenajeada por artistas plásticos en dibujos, pinturas y esculturas y por otros poetas, como Giacomo Leopardi en su Canto IX, al que denominó el “Último canto de Safo”.
Canto IX: Último canto de Safo
Giacomo Leopardi
Plácida noche y pudoroso rayo
de la luna que muere; y tú que naces sobre la roca, entre la muda selva, nuncio del día; ¡oh caras, deleitosas apariencias, mientras desconocía el hado y la pasión! ; ya no sonríe dulce visión al desolado afecto. Sólo se aviva nuestro gozo insólito cuando en el éter líquido girando va, y por los campos trepidantes, la ola polvorienta del noto, y cuando el carro, grave carro de Júpiter, divide, sobre nuestra cabeza, el aire oscuro. Nos place, por barrancos y hondos valles, nadar entre el turbión, y ver la fuga de espantados rebaños, y del río en la insegura orilla la vencedora ira de la onda.
Bello tu manto es, divino cielo;
bella tú, húmeda tierra. ¡Ay! , de esta inmensa beldad parte ninguna concedieron los dioses y la suerte despiadada a la mísera Safo. En tus soberbios reinos, Natura, esclavo y grave huésped y amante despreciada soy, y en vano en tus graciosas formas, suplicante fijo los ojos. Para mí no ríen la abierta playa ni de etérea puerta el matutino albor; no me saludan el canto de pintados pajarillos ni el murmullo del haya; ya la sombra del inclinado sauce, donde corre del candoroso arroyo el puro seno, a mi lúbrico pie la ondeante linfa esquiva desdeñosa y huye de las riberas perfumadas-
¿Qué pecado, qué exceso tan nefando
manchó mi nacimiento, que tan torvos se me mostraron cielos y fortuna? ¿En qué pequé de niña, cuando ignara de maldad es la vida, que privada de juventud, y desflorado, el huso de la inflexible Parca retorcía mi oscuro hilo vital? Incautas voces tu labio esparce; el destinado evento rige arcano poder. Arcano es todo menos nuestro dolor. Prole olvidada, para el llanto nacemos, y el motivo sólo los dioses saben. ¡Oh esperanzas de la más verde edad! A la apariencia el Padre dió en el mundo eterno reino; y por grandes que sean las empresas, docto el canto o la lira, no luce la virtud en feo manto.
Moriremos. Caído el velo indigno,
desnuda el alma bajará al Averno, y el crudo fallo enmendará del ciego dispensador de eventos. Tú, que hondo amor y fe me inspiras, por quien vano furor me oprime de áspero deseo, vive feliz, si puede en este mundo feliz alguien vivir. por mí no vierte el suave licor del vaso avaro Jove, después que el sueño y los engaños de mi niñez murieron. Los alegres días de juventud rápidos pasan. Quedan los males, la vejez, la sombra de la gélida muerte. Así, de tantos gratos errores y esperadas palmas, resta el Tártaro; y va el osado ingenio a la tenaria diosa, la oscura noche y la silente orilla. |
Plácida noche y pudoroso rayo
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