N° 21 AÑO II
Setiembre de 2018
Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro
Diotima
A Diotima
Al acercarnos desde aquí a aquella Atenas del mundo antiguo, lo que llama más nuestra atención es comprobar que en el ícono de la democracia, existía la esclavitud. Y más aún que era mayor entre las mujeres, que entre los varones. En esa sociedad, productora de tanta belleza, la vida toda se sostenía sobre ese sistema de producción, basado en la explotación humana. Esto indica propiedad, poder y dominio. En la actualidad sucede lo mismo, sólo que no se le llama así.
Esclavas
En el mundo griego un hombre libre podía comprar a otro, que su nacimiento o su mala fortuna en la guerra lo había reducido a esa condición. Pero también podía el infortunado comprar su libertad, ser liberado a la muerte de su amo y heredarlo. Entonces el esclavo no era dueño de su cuerpo, pero sí de su espíritu. Nuestros contemporáneos asalariados, presuntamente libres, no pueden aspirar a eso.
Esclavos
Actualmente, la eutanasia no es legal en el contexto internacional. El suicidio asistido va por el mismo camino. Y el aborto no está permitido en la mayoría de los países. Hoy las mujeres aún no son dueñas de sí mismas ni de su cuerpo para realizar y someterse a estas prácticas. Estas acciones son judicializadas, criminalizadas y penalizadas. Se prefiere cruelmente el sufrimiento de las personas.
Mar Adentro
En la Grecia clásica el divorcio era legal. La mujer podía reclamar la devolución de la dote y volver a la casa paterna. Entre los judíos la religión de Moisés lo permitía. Pero al imponerse y universalizarse el cristianismo eso cambió. Los católicos aún no lo admiten y consideran que las Escrituras sólo pueden ser descifradas por los sacerdotes. Los protestantes dejan libre la interpretación al creyente. En la sociedad civil, la ley sólo es válida, según la versión dada por un juez. La autoridad y el criterio.
Moisés – Miguel Ángel
Buena parte de la actual misoginia se debe a la contribución hecha por Saulo de Tarso en sus escritos hostiles a las mujeres. En ellos predicó la virginidad perpetua y el celibato. Además, presentó una situación de inferioridad femenina con respecto al varón, la subordinó a él y le dio escasa importancia a su dolor.
Saulo de Tarso – El Greco
En el siglo XIX los eruditos victorianos, sacando de contexto algunas frases extraídas de fuentes literarias, concluyeron que las mujeres atenienses vivían en la reclusión del gineceo y eran tratadas por los varones con indiferencia o desprecio, cosa que muy probablemente pudo haber sucedido.
Pero también hay constancias de que eran educadas, asistían al teatro y vivían su sexualidad sin culpa. Para comprender la situación femenina de entonces se debería haber tomado en cuenta toda la producción material: la arquitectura, la escultura, la pintura, la cerámica y el tejido. Por supuesto, cualquier aseveración requeriría tomar en cuenta la vida doméstica cotidiana ateniense.
Vida Doméstica
La mujer ateniense dirigía la casa, sermoneaba a su marido, organizaba reuniones, iba a espectáculos públicos, al teatro, a fiestas y, al igual que en la sociedad posmoderna, ocasionalmente bebía o tenía un amante. Pero, sin embargo ella era distinta a las féminas de las otras ciudades estado griegas.
Todo eso cambió, cuando Alejandro Magno extendió sus dominios más allá de la Hélade. En la época helenística se construyó el proyecto de una nueva mujer. Se necesitaba entonces elaborar una voluntad unida como condición (para varones y mujeres) para conseguir amalgamar, según el modelo griego, a ese enorme conjunto humano heterogéneo.
Alejandro Magno
Estas nuevas mujeres, muchas del común y algunas otras pocas (reinas y princesas) e mostraron brillantes, como soberanas de hecho (con hijos ineptos en el trono). Esto siguió así en todo Occidente y hasta la India, hasta el año 100 aC, y luego se extinguió, se fundió con otras formas de vida o mutó, transformándose en algo más que eso.
Mujer con Hidria
Pero, desde el horizonte de la antigüedad, la perspectiva es otra, y eso en parte se debe al aporte de una singular mujer: la filósofa Diotima (Honra de Dios), considerada como la primera entre las de su clase. Ella era natural de Mantinea. Se la vinculó con las profecías y Platón en El Banquete la presentó como maestra de Sócrates.
Diotima de Mantinea
Hay esculturas que los muestran a ambos y también hay otros escritos antiguos que se refieren a ellas como una persona real, mientras que en el Renacimiento se supuso que ella era tan solo un mero personaje de ficción. También se la creyó una imagen de la mujer ideal o la sublimación de la madre de Platón.
En El Banquete (Simposio) Platón cuenta lo sucedido en una reunión en que algunas personas destacadas de la época clásica hablan sobre el amor. Llegado el turno de Sócrates, él dio su discurso en función de la enseñanza recibida de Diotima. Ella sostuvo que el Amor no era, como entonces se creía, un dios sino un daimon (un espíritu o un genio) intermediario entre los mortales y los inmortales.
El Banquete – Platón
El Banquete (o del amor) - Platón - Audiolibro completo
La Historia que ha ocultado la presencia femenina en la Ciencia y el Arte, le ha hecho disputar a Diotima ser la primera filósofa de la Antigüedad, con otras dos: Aspasia de Mileto y las pitagóricas Téano y su hija Damo de Crotona.
Aspasia de Mileto
Damo de Crotona
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